La renovación litúrgica desde el Vaticano II
Entrevistamos a Mn. Josep Teixidó i Cuenca, delegado de pastoral sacramental del Arzobispado de Barcelona y profesor del ISCREB sobre el tema La renovación litúrgica desde el Vaticano II.
¿Qué importancia tiene la liturgia en la vida de la Iglesia?
Tiene toda su importancia, ya que la liturgia es la obra pública de la salvación de Jesucristo y que él ha dado a su Iglesia para que la celebre. No son unos ritos vacíos, sino que es la celebración de nuestra fe, fundamentada en el Misterio Pascual de nuestro Señor Jesucristo: su muerte y su resurrección. Por tanto, como he dicho, tiene toda su importancia porque en ella celebramos el memorial de la Pascua del Señor, y en ella recibimos el don de la gracia que la Trinidad Divina nos da gratuitamente.
¿Cómo se puede concretar en varios niveles?
Se puede concretar en la formación litúrgica a todos los niveles, no solo por un tema Intelectual, sino para ver la liturgia no como una enemiga llena de normativas, sino como lo que es -y que hemos repetido antes-: la obra de la salvación. Y esto se concreta en el cuidado y la preparación de las celebraciones como nos dice la Iglesia, cuidar el arte de celebrar bien, formar a los niños, todos los fieles en la ciencia litúrgica y captar su gran riqueza y profundidad.
¿Qué relación existe entre liturgia y oración?
Toda, ya que la oración también es liturgia, ya que en ella -en la oración- establecemos un diálogo, un encuentro con Aquel que sabemos que nos ama. La oración puede estar dentro de la celebración litúrgica -sacramentos, sacramentales, etc.- pero también puede ser nuestra oración individual, íntima con el Señor, pero que se impregna totalmente de la liturgia, porque también recordamos en la oración que somos llamados a la salvación que Dios nos ofrece.
¿Por qué es importante la formación litúrgica de los laicos?
Es importante porque forma parte de su ADN, del pueblo santo de Dios, pueblo de bautizados. Es importante de cara a la formación como catequistas, como lectores, como ministros extraordinarios de la Eucaristía, o simplemente, aunque no realizamos ningún servicio concreto, es necesario formarse bien para que participemos de una manera activa y fructuosa, tal y como nos recuerda “Sacrosantum Concilium”, del Concilio Vaticano II.