El perdón
Con motivo de una conferencia en el Instituto Diocesano de Teología de Menorca (IDITEM) en Ciutadella sobre el tema del Jubileo 2025, Josep Pons Fraga, editor del diario Menorca, me formuló una serie de preguntas referidas especialmente al perdón, un tema recurrente en cada Jubileo. Cabe notar que las preguntas estaban bien escogidas, claramente formuladas y apuntaban a cuestiones de fondo. Hay que añadir también que la esperanza constituye el mensaje central y específico del próximo Jubileo. Las respuestas se publicaron en dicho diario el viernes 11 de octubre. Soy consciente que el perdón es nuclear en la vida cristiana, además con indudables resonancias antropológicas. Etimológicamente, perdón significa darse sin medida. Voy a compartir algunas.
¿El amor y el perdón son dos caras de la misma moneda?
En su expresión genuina y auténtica, el amor y el perdón son flores de cumbre. No es fácil sacudirse del resentimiento, la ira, la venganza, el egoísmo... que los imposibilitan. Entre ellos, entre el amor y el perdón, existen vasos comunicantes. A más de uno, más de otro. A menos de uno, menos de otro. Se requiere tiempo y trabajo personal. Cicatrizar una herida, sea porque se ha recibido o porque se ha causado, no es tarea de un día. Casi siempre queda la señal, pero cuando se toca, si se ha curado, ya no hace daño. Regodearse en una herida puede alimentar la sensación de ser víctima, pero no conduce a la sanación. El amor es el mejor ungüento para suavizar la herida hasta cicatrizarla y convertirla, de acuerdo con el título de una obra de Josep Maria de Segarra, en una herida luminosa.
¿Es posible amar sin perdonar?
La falta de perdón bloquea la capacidad amorosa de la persona. El papa Francisco, en la bula de convocación del Jubileo 2025 afirma explícitamente que «perdonar no cambia el pasado, no puede modificar lo que ya sucedió; y, sin embargo, el perdón puede permitir que cambie el futuro y se viva de una manera diferente, sin rencor, sin ira ni venganza. El futuro iluminado por el perdón hace posible que el pasado se lea con otros ojos, más serenos, aunque estén aún surcados por las lágrimas.» Perdonar y pedir perdón no es fácil, a veces muy difícil, pero dejar de hacerlo es renunciar a vivir con alegría. Implica quedarse atrapado en un momento del pasado, que impide avanzar. Para ello, cuando uno es el ofensor, se requiere arrepentimiento, sincero y profundo. Sin humildad no es posible.
¿Hay hechos y/o comportamientos imperdonables?
Perdonar y ser perdonado no significa aprobar ni justificar hechos o comportamientos de personas o colectivos, incluso de uno mismo, sino liberarse de los sentimientos que atenazan el corazón como el odio, el resentimiento, el rencor, la venganza… Pedir perdón implica otro registro de relación que se basa en la conciencia del daño que se ha producido a otra persona y en la humildad de reconocer los propios fallos, sin quedar apresados por una culpabilidad que atormenta y paraliza. Cuando decimos que una conducta es imperdonable queremos decir que es muy grave y dolorosa.