El libro “Societat plural i el repte de les religions” (Ed. Pagès, 2020) parte de una constatación de sociología religiosa hoy en día evidente. Religiosamente hablando, nuestra sociedad ha hecho un cambio extraordinario. En este caso no nos referimos a los cambios en el interior del catolicismo, que también son muy importantes y se hacen muchos estudios sociológicos y pastorales. No. El libro se refiere al pluralismo de confesiones religiosas y religiones en Cataluña y en el conjunto de España.

Hace unos cuarenta años, nuestra sociedad era mucho más uniforme en pensamientos y criterios. La gran mayoría de la población se declaraba católica y la exigua excepción eran los que se confesaban miembros de otras religiones, o confesiones cristianas. Se sabía poca cosa sobre otras creencias, fruto de libros o viajes, sin que nos tocara nuestra cotidianidad. A principios de los años 60, se calcula que en toda España había unos 30.000 protestantes, de los cuales unos 6.000 en Cataluña, en 82 comunidades. Un par de templos ortodoxos y basta. El fenómeno religioso se identificaba claramente con el catolicismo.

En cuatro décadas el panorama ha cambiado radicalmente. Solo en Cataluña hay un millón de creyentes que pertenecen a otras religiones. Tenemos 1.425 lugares de culto no católicos. 725 evangélicos (180.000 miembros; 2/3 partes pentecostales); 256 oratorios musulmanes (500.000 miembros); la Iglesia ortodoxa ha pasado de una a 52 parroquias, etc. El panorama religioso, en este caso no católico, ha hecho un cambio radical.

Tenemos ante nosotros un gran reto: ¿cómo nos tenemos que situar?, ¿qué tenemos que pensar?, ¿qué tenemos que hacer para responder a este reto tan nuevo? Religiosamente y socialmente no podemos permanecer indiferentes, pasivos, esperando a ver qué pasa. Lo que podría pasar son tensiones, racismo, inadaptación, recelos, temor al desconocido, competencia religiosa y finalmente una sociedad desestructurada y tensionada. El presente trabajo es fruto de muchos años de experiencia y reflexión ecuménica e interreligiosa, y pretende dar unos principios y unas pautas a fin de crear una sociedad cohesionada, asentada y religiosamente armónica.

El diálogo ecuménico y las relaciones entre fe y culturas han aportado unos preciosos elementos ya experimentados, que nos sirven para el campo del pluralismo religioso. El libro reflexiona básicamente sobre cuatro cuestiones:

• Primero, sobre la correcta gestión de las administraciones de la diversidad religiosa. El modelo asimilacionista francés, que ignora el hecho religioso, se ha demostrado parcial y, queriendo absorber, lo que hace es centrifugar y arrinconar el diferente. El modelo multicultural anglosajón aprecia el hecho religioso, pero pretende crear grupos religiosos libres y a su vez cerrados. Hay que crear un modelo intercultural donde lo que es antiguo y lo que es nuevo dialoguen y se enriquezcan.

• El segundo tema son los modelos de inserción de las religiones en la sociedad. Se fija especialmente en el laicismo francés, el que a mucha gente les parece un ideal no mejorable. Francia, desde hace unos decenios, ha ido apreciando el hecho religioso y las religiones y se han ido acercando a un laicismo que se denomina positiva, dialogal, etc. En la mayoría de los países europeos se aplica la aconfesionalidad o laicismo positivo, que aprecia el valor social religioso y, por lo tanto, colabora.

• La tercera cuestión afecta a las relaciones interreligiosas. Desarrolla los niveles de relaciones entre religiones (personal, conocimiento, respeto...) y las diversas formas de diálogo posible: de la vida cotidiana, de la colaboración intercultural, de la experiencia religiosa y, finalmente el ámbito propiamente doctrinal o teológico.

• Para acabar, hay un capítulo con propuestas para mejorar el modelo aconfesional o de laicismo positivo.