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Navidad y esperanza

Algo tiene la Navidad... sí, sí..., algo tiene de especial la Navidad... La vivimos todos los años, sí, pero tiene algo especial... Recuerdo en estos días el librito de Charles Dickens, A Christmas Carol in Prose (1843), "Cuento de Navidad" o "Canción de Navidad". Scrooge, taciturno, sombrío, para quien la existencia es sobrevivir en un mundo de mentirosos y holgazanes, recibe en su oficina la visita de su sobrino.

- "Feliz Navidad, querido tío".  

- "Feliz Navidad... ¡Qué embuste!" -sentencia Scrooge.

- "Navidad ¿un embuste?".

- "¿Qué razones tienes para estar feliz? Eres un pobre hombre" -continúa Scrooge.

- "Y tú eres rico..., ¿por qué estás tan deprimido?" -responde su sobrino.

- "¿En este mundo de locos, decir 'feliz Navidad'...?". Y continúa Scrooge, "tiempo de Navidad, sí, para pagar facturas sin dinero, para ser un año más viejo... Tú con tu Navidad, a mí déjame con lo mío".

- "Hay muchas cosas buenas en Navidad, tío", -se atreve a decir su sobrino-. Días para ser amable, para perdonar, para hacer obras de caridad, para abrir el corazón cerrado... todo esto es bueno, y a mí me hace bien".

- "Así olvidas tu precaria situación" -ratifica Scrooge.

Después se le aparecen a Scrooge una serie de seres misteriosos. Primero, Marley, un antiguo socio, ya fallecido, que sufre, tras su muerte, las consecuencias de su codiciosa vida, pero Scrooge no cree en él. Luego, el Espíritu del pasado, que lo lleva de la mano hasta su niñez, su juventud (contempla cómo perdió al amor de su vida por culpa del dinero). Scrooge, entristecido y emocionado, le suplica que lo deje solo. Convencido de que todo ha sido un sueño, se le aparece el Espíritu de la Navidad, que le muestra la situación de su sobrino, del empleado que tiene en su oficina, de sus clientes... Finalmente, Scrooge se queda dormido. Pero, a la mañana siguiente, el día de Navidad, su corazón se ha transformado, felicita entusiasmadamente la Navidad a todos, entrega donativos a los pobres, lleva regalos a los niños de su pobre empleado, comparte la cena de Navidad con su sobrino. Scrooge, sombrío y taciturno, se llenó de esperanza.

¿Un cuento de Navidad? ¿O es que tengo el corazón como el del protagonista, al comienzo de su historia?

Hacia la mitad de este año que estamos a punto de concluir, se publicó el documento de convocatoria del Jubileo 2025, titulado Spes non confundit ("la esperanza no defrauda"). Al principio, se recuerda que, en el antiguo Israel, cada 50 años, los miembros de este pueblo recuperaban sus tierras y volvían a sus hogares de origen (todos estaban obligados a restituir las pertenencias a sus antiguos propietarios), según Lev 25, 10. ¿Sería realidad, o solo un texto bíblico de carácter ideal?

Partiendo de que en toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, junto a otros sentimientos contrapuestos, por la imprevisibilidad del futuro, Spes non confundit anima a todos los cristianos a que su experiencia de Jesús les lleve a  sembrar esperanza a todos y en todas partes, en este año jubilar 2025: "una palabra de esperanza" (núm. 2-4), "un camino de esperanza" (núm. 5-6), "signos de esperanza" (núm. 7-15), "llamamientos a la esperanza" (núm. 16-17) y "anclados en la esperanza" (núm. 18-25).

No hacemos justicia a nuestro mundo, ni a nosotros mismos, creyendo que todo está mal. No, porque hay signos reales de esperanza. Porque hay personas que transmiten esperanza con sus palabras y con sus acciones. Y, sobre todo, porque Dios mismo vino a esta tierra, como uno de nosotros.

Como Scrooge, que se llenó de esperanza, como los antiguos israelitas, que promovieron la esperanza, así nosotros, los cristianos, porque Dios se nos ha revelado para quedarse entre nosotros, nuestro corazón está abierto a la esperanza, a contemplar, a transmitir, y a realizar signos de esperanza.

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