La guerra en Ucarnia
Rusia ha invadido por la fuerza de las armas a Ucrania y ha estallado una guerra de proporciones inimaginables y de difícil resolución. Delante de la cruel realidad de la guerra se pueden tener reacciones de todo tipo, pueden ser de abatimiento, de miedo, de tristeza y desolación; o bien de rabia y ganas de venganza, y para defendernos, queremos acabar con todo esto por la fuerza de las armas. Unas y otras reacciones son lógicas en un entorno en que la lógica y el juicio se han perdido, la guerra es un sin sentido y como dice el Papa Francisco: “La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad.”
Pero, una vez empezada una guerra, tal y como explica el director del ICIP (Institut Català Internacional per la Pau), Kristian Herbolzheimer, sólo existen dos salidas malas: la victoria de una parte sobre la otra que deja un rastro de destrucción y muerte, de odios y de rencores; o bien la negociación de las dos partes que no satisfarán a ninguna de las partes. A pesar de que con los acuerdos habrá cesiones dolorosas y difíciles, siempre serán mejores que alargar una guerra de resultado incierto y consecuencias dramáticas para todos los que se ven implicados, sobre todo para los que ven como su futuro y vida quedan truncados.
En la historia de la humanidad, nunca ha habido un periodo sin guerras en algún lugar del mundo. Los pueblos y los países han vivido la guerra como un hecho casi natural, casi inevitable. Desde los tiempos del imperio romano ha quedado grabada a fuego la cita “Si vis pacem para bellum” (si quieres la paz, prepárate para la guerra), y en todo el mundo aún se sigue esta dinámica en la que el armamento es el que neutraliza las amenazas y resuelve los conflictos. Sencillamente, esta actitud es la más fácil, no es necesario pensar, no es necesario reconocer derechos ni libertades, ni esforzarse por un reconocimiento y una convivencia mutua.
Hasta la primera guerra mundial, los ministerios de los ejércitos se hacían llamar, orgullosos, “ministerios de la guerra”, delante del horror de las guerras mundiales ahora se hacen llamar “ministerios de defensa”. Han cambiado de nombre pero no han cambiado la dinámica, sigue y aumenta la carrera armamentística. Los estados se arman hasta arriba para defenderse del agresor, y una de las armas estrella, las conocidas como de disuasión, son las armes nucleares. ¿De qué defienden las armes nucleares?, no tienen ninguna utilidad de defensa, porque todo el mundo está de acuerdo que si se utilizan tienen unas consecuencias de proporciones devastadores para el mundo entero. Además, si están en manos de megalómanos imperialistas, en cualquier país que haya, solo un grupo de personas pueden dar la orden de desencadenar la destrucción de cualquier país del mundo. El único país que las ha utilizado ha sido EEUU sobre población civil en Hiroshima y Nagasaki. Si no se declara totalmente criminal usar estas armes y se destruyen todas, este hecho horroroso por el cual EEUU debería pedir perdón, se puede volver a producir en cualquier país.
Ojalá la guerra en Ucrania nos abra los ojos y haga que nos demos cuenta que las guerras no llevan a buen puerto, ni son la solución para nada. Las guerras actuales se organizan y se dirigen desde lejos, ninguno de los responsables que inicia una guerra participa en ella. Los Cabezas envían a su juventud, a Hombres y a mujeres a morir y a matar para preservar sus intereses, probar nuevo armamento, esconder la debilidad en su liderazgo y a veces la contestación interna de la propia población. Existen muchas excuses para empezar una guerra, pero no existe ninguna razón. Las razones están de parte de la paz, es necesario pues trabajar por la paz.
¿Qué es la paz?, r. “El fruto de la justicia será la paz, la calma y la seguridad serán siempre para la cosecha” (Is. 32, 17). Isaías nos dice que la paz es el fruto de un proceso, de un esfuerzo para hacer justicia a todos, sin dejar a nadie de lado ni a los que pueden defenderse menos y son más débiles. La paz, pues, no es solo de ausencia de amenazas o de conflictos, la paz se ha de construir y se ha de trabajar. Delante de la guerra encendida, nos toca pensar en las víctimas y en sus necesidades, acoger sin discriminación (la Unión Europea está negando la entrada a residentes extranjeros que viven en Ucrania), proteger y apoyar a quien lo necesite. Y a los dirigentes de los países les toca poner toda la fuerza dialogante sobre la mesa, negociar con lo que sea necesario para parar la sangría de la guerra.
Trabajar para construir un mundo en paz es trabajar para la justicia y la solidaridad con todos, y entrenarnos en una actitud personal no violenta: “Pues yo os digo: no os volváis contra quien os hace daño. Si alguien te pega en la mejilla derecha, pon también la otra.” (Mt 5,39). “Si alguien te pega en una mejilla, pon también la otra, y si quieren cogerte la capa, no les niegues la túnica” (Lc. 6, 29). En el evangelio de Mateo y de Lucas, Jesús pone encima de la mesa la radicalidad de la actitud no violenta, es un Trabajo en profundidad de nuestra postura delante del conflicto, porque no solo es hacer o no hacer, sino prepararnos para responder y disponernos para encarar cualquier reacción sin violencia de ningún tipo.
Construir la paz, trabajar para la paz es un paso obligado para nuestra Sociedad inmersa en una crisis mundial eco social de grandes proporciones: desigualdades, hambre, guerras, desplazados y refugiados, crisis ambientales y climáticas. Colectivamente y con una actitud no violenta, hemos de forzar el cambio de tendencia en los pueblos y en los estados. Reducir el gasto militar y la fabricación de armes, prohibir la fabricación, tenencia y mantenimiento de las armes nucleares y de la investigación en armes químicas y biológicas de destrucción masiva. Investigar en la resolución de conflictos. Desmantelar los bloques militares y generar colaboración entre los países ya que dependemos los unos de los otros en muchos aspectos. Al mismo tiempo que nos hemos de esforzar para tejer redes de amistad y convivencia con las poblaciones de otros países y pueblos.
Como que la industria armamentística es de las más potentes del mundo, y, evidentemente, sin guerras no hay negocio, hemos de hacer lo posible para descapitalizarla. Vigilar las inversiones, denunciar a los bancos que invierten en armamento, y vigilar los presupuestos estatales para exigir un cambio de tendencia en el aumento del gasto militar.