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Jueves Santo
Dos escenas clave en los relatos evangélicos que se hacen memoria presente el día de Jueves Santo: la Última Cena (Mt 26,26-30) y el Discurso de Despedida: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. Así pues, amaos unos a otros…” (Jn 13,33-34).
Otros momentos acompañan esta cena y este mandamiento. Me fijo en algunas escenas de Jn 13,1-28:
- El lavado de los pies. Más que un gesto, muestra un estilo, una manera de actuar, cuya característica es el servicio: ponerse a disposición del otro, de su necesidad, sea quien sea ese otro; es una entrega voluntaria para el cuidado de los demás y del entorno. Su raíz está en la voluntad de amar, no en el deseo de poder ni en la sumisión. Servir es sinónimo de “cuidar”. Exige generosidad. Este Jueves hace presente la multitud de necesidades que nos rodean y que está en nuestras manos aliviar, acompañar, resolver, etc.
- La incomprensión. “Ahora no lo entiendes…”. La incomprensión es la falta de capacidad para entender el sentido de lo que alguien dice o hace, de lo que sucede. Es una constante a lo largo de la vida y la historia humana, una constante evangélica: a menudo, no se comprende lo que Jesús dice o hace. También es una constante en el camino personal del “seguimiento”. Comprender exige dejar de ser uno mismo para ser “el otro”, requiere dialogar con aquello que no se entiende. Este Jueves hace presente el aspecto humano del “seguimiento”: lavar los pies y dejar que nos los laven.
- La osadía. “¡Jamás me lavarás los pies!”. La osadía es una muestra de coraje, de atrevimiento, ante una situación insólita como la de esta escena, que en este caso es fruto de la incomprensión. Pero la situación se resuelve con el diálogo, sí, pero también porque el discípulo “escucha” y “confía” en lo que Jesús dice, cambiando su planteamiento inicial. Este Jueves invita a “escuchar” y a “confiar” valientemente en este Jesús evangélico. Sin “escucha” ni “confianza”, no hay “retorno”.
- La acción. “Ahora que habéis entendido todo esto, ¡felices vosotros si lo ponéis en práctica!”. Dice Gadamer: “Comprender es una aventura y, como tal, peligrosa”. El “seguimiento” es una aventura y, a menudo, peligrosa. Debemos ir al versículo anterior: nadie es más que el otro. La defensa de esta postura ha llevado a muchas personas a vivir peligrosamente, incluso a dar la vida. A pesar de ello, quien lo comprende y lo practica es llamado “feliz”: esta práctica evangélica es incomprendida y exige valentía. Este Jueves apunta explícitamente a ser “felices”, a hacer de la “felicidad” un estilo de vida.
- La traición. “…uno de vosotros me traicionará”. La traición es la violación de la confianza, de un compromiso, de la fidelidad; es aparentar lo que no es, un engaño consciente. Se habla de premeditación y alevosía cuando la acción es intencionadamente engañosa. La traición causa sufrimiento, daño; es una actitud despreciable y socialmente condenada. La historia y la vida son testigos de engaños y traiciones que forman parte del imaginario colectivo, más allá de los ejemplos bíblicos. Este Jueves nos recuerda la fragilidad humana, la complejidad de la convivencia y las relaciones. La necesidad de ser perdonados por nuestras grandes y pequeñas “traiciones”.
- La noche. “Era de noche.” La simbología de la noche es diversa: se asocia con oscuridad, pérdida, incertidumbre, angustia, inseguridad; pero también con calma, serenidad, reencuentro, espacio de reflexión, misterio: Oh dolça nit, al nostre ajut vinguda!, dice el poeta (J. Carner). Parece un juego de contrastes. Lo es. Esos contrastes que el Eclesiastés desgrana en el capítulo 3: “Todo tiene su momento,… hay un tiempo para cada cosa. Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir…”. Este Jueves invita a descubrir cómo son nuestras “noches” y cómo son nuestros contrastes: … tiempo de amar o de odiar; tiempo de guerra o de paz (v. 8).
¡Feliz Jueves Santo!
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