Hacia una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión
Hacia una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión
El Sínodo sobre la sinodalidad, iniciado en octubre de 2021, ha sido un largo camino de reflexión y discernimiento dentro de la Iglesia católica. Su misión ha sido escuchar lo que el Espíritu dice hoy a la Iglesia, promoviendo la participación activa de todos los fieles en la vida y misión eclesial. Este proceso, que ha durado tres años, ha permitido profundizar en la importancia de caminar juntos, abiertos al diálogo y comprometidos con los signos de los tiempos.
Uno de los elementos clave del Sínodo es la idea de que la Iglesia es, por naturaleza, sinodal: un pueblo en camino, formado por la diversidad de carismas, vocaciones y ministerios. No se trata solo de un evento puntual, sino de un llamado a la conversión, a transformar estructuras y relaciones para vivir de una manera más evangélica. Así como Jesús, en la Pascua, llama a sus discípulos a continuar su misión, la Iglesia también está invitada a renovarse desde la comunión y la corresponsabilidad.
Lluís Agustí, en su conferencia, destacó la importancia de la comunión eclesial como un signo de unidad en la diversidad. La Iglesia no es una estructura jerárquica rígida, sino una red de relaciones donde cada miembro tiene un papel fundamental. El Sínodo ha puesto de relieve la necesidad de fomentar procesos de participación, escucha y diálogo entre fieles, religiosos y pastores, con el objetivo de favorecer una toma de decisiones más corresponsable.
Otro aspecto esencial es la conversión de las relaciones dentro de la Iglesia. Esto implica superar actitudes de clericalismo y fomentar una colaboración más estrecha entre todos los miembros del Pueblo de Dios. Lluís Agustí ilustró esta idea con la imagen de la barca en el evangelio de Juan, que recuerda que la misión de la Iglesia no es individualista, sino comunitaria. En este sentido, la sinodalidad se convierte en un llamado a remar juntos, escuchando al Espíritu Santo y discerniendo el camino a seguir.
Esta renovación también pasa por transformar los procesos de toma de decisiones dentro de la Iglesia. El profesor subrayó la importancia del discernimiento eclesial, la transparencia y la rendición de cuentas. Para ello, es fundamental que los organismos de participación sean reales y eficaces, evitando que las estructuras se conviertan en meramente burocráticas y se alejen de la vida de las comunidades cristianas.
Finalmente, el Sínodo invita a una Iglesia en misión. Una Iglesia sinodal no puede permanecer cerrada en sí misma, sino que debe abrirse al mundo, acogiendo la diversidad de contextos, culturas y realidades sociales. Esto implica una especial atención a los colectivos más vulnerables, a los jóvenes, a las mujeres y a los laicos, promoviendo una evangelización que responda a los desafíos contemporáneos.
Agustí concluyó su intervención recordando que la sinodalidad no es un punto de llegada, sino un camino a recorrer. La gran aportación del Sínodo no es solo el documento final, sino el hecho de haber caminado juntos, escuchándonos unos a otros y discerniendo lo que Dios quiere para su Iglesia. Este proceso de renovación continúa ahora en las iglesias locales, en la vida de cada comunidad y en las decisiones cotidianas que hacen realidad una Iglesia más cercana, participativa y misionera.