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Gaza: Unos atentados que cegaron a Israel

[Artículo aparecido en el blog de CiJ] Se cumple un año de la “Operación Inundación de al-Aqsa” (عملية طوفان الأقصى) coordinada por Hamás en la que más de mil personas, en su mayoría civiles, fueron asesinados de una manera salvaje y otros 150 fueron secuestrados. El contraste entre la alegría de la celebración de un festival de música y el odio que capacitó a los asaltantes para irrumpir en él e ir asesinando a uno tras otro como psicópatas conmocionó a la opinión pública israelí hasta cegarla (como desarrollaremos más abajo).

Se quiso comparar esa acción con el Estado Islámico, pero Hamás muy poco tiene que ver con Daesh. Al contrario, Daesh dedicó varias de sus publicaciones a esta organización (considerada también terrorista por la Unión Europea) para denigrarla.

Dejando de lado el aspecto moral, ¿ha conseguido Hamás sus objetivos estratégicos un año después? Solo ha conseguido uno de ellos de manera parcial: impedir que Arabia Saudí firme los acuerdos de Abraham con Israel. Sin estabilidad en la región, Arabia Saudí no podrá acometer su visión 2030, que incluye energía nuclear civil. Necesita además a Israel para controlar con su tecnología a los opositores y seguir protegiéndose contra Irán. Los atentados frenaron la normalización de las relaciones con Israel, pero no han hecho mella en sus relaciones con Bahréin, Emiratos o Marruecos. El contraste entre la opinión pública de los países árabes sobre Israel y la opción política de sus dirigentes es abismal. Estos se “cansaron” de esperar una solución en la región y decidieron primar sus propios intereses. Además, la organización de los Hermanos Musulmanes (que inspira a Hamás) es el enemigo número uno de Emiratos Árabes, es perseguida en Egipto y Arabia Saudí, y mirada con extremo recelo en Marruecos. A parte de Irán, Siria y Yemen del Norte (y Argelia) por su oposición a Estados Unidos y Qatar que acoge a líderes de Hamás y de Hermanos Musulmanes, solo Erdogán de Turquía ha optado indiscutiblemente por Hamás, permitiendo incluso proyectar en las calles la propaganda de los milicianos de Hamás destruyendo tanques israelíes en Gaza.

Por tanto, si Hamás no ha conseguido levantar en armas a todo el mundo islámico contra Israel, ¿podemos decir que fracasó en su estrategia? ¿Valía la pena pagar el precio de la destrucción total de Gaza? ¿Esperaba Hamás una reacción tan brutal —que nos deja cortos cualquier adjetivo— de parte de Israel contando con un levantamiento masivo contra ellos? Si así fuera, habría sido una utilización instrumental de sus propios muertos civiles.

Lo que es verdad es que los palestinos, por muy legítima que sea su reclamación, a cada intifada, han acabado en una situación peor de la que estaban al principio. Se puede reclamar con justicia la antigua tierra Palestina en su totalidad y denunciar la suerte de los refugiados, pero Estados Unidos claramente y Europa calladamente nunca dejarán caer a Israel, por más crímenes contra la humanidad que cometa.

Puede comprenderse la violencia, pero la ausencia de una postura realista ante un Israel implacable ha ido llevando a los palestinos a un verdadero drama humano.

La extrema derecha ha sacado buen provecho de esa progresiva desaparición de las corrientes judías que apostaban por la negociación. Atacar el 7 de octubre, precisamente en una zona de antigua afinidad socialista, ha dado nuevas razones para no creer una paz posible con los palestinos.

Ahora bien, Israel, con su política incesante de los asentamientos (incluso durante las conversaciones de paz), expulsando además progresivamente a los palestinos de las tierras cercanas a los asentamientos, judaizando edificios enteros en Jerusalén facilitando la compra por israelíes, apropiándose del agua del Jordán y con una violencia prepotente del ejército, se ha preocupado por deslegitimar frente a Hamás la postura desencantada actual de la Autoridad Nacional Palestina. Si vemos que la violencia de Hamás no consigue más que empeorar las cosas, la contemporización de la ANP ¿ha conseguido algún avance vendible ante su pueblo?

La confianza está tan rota que fácilmente podemos asegurar que Israel nunca permitirá la creación de un Estado palestino: solo espera irlos empujando hacia el exterior. Tampoco es viable un único Estado Israelí concediendo iguales derechos a los palestinos: es imposible una verdadera democracia entre dos poblaciones que se odian de esta manera. Mientras tanto, habrá, pues, segregación.

Es profundamente desesperanzador ver el grado de apoyo israelí a la invasión del sur del Líbano para luchar contra Hezbolá (superior al 70%). Es decepcionante ver que incluso la comunicación pública en Twitter de algunos centros de culto judíos en España cierra filas en apoyo de esta política donde, para matar a un terrorista, se lanza un misil que acaba con la vida de cientos de civiles que se encuentran en el lugar.

Ahora nos toca esperar que el frágil Líbano —que es en realidad un país fallido— no salte de nuevo por los aires como lo hizo del 1975 a 1990. Si se exige al débil ejército del país (formado por cristianos y musulmanes) que apoye a Hezbolá (que tiene un ejército superior al nacional) estallará un conflicto interno.

Como en última instancia, Hezbolá es un apéndice del régimen iraní (con el que tiene estrechos lazos familiares) Netanyahu piensa ya en Irán y en forzar un cambio de régimen. Netanyahu parece un Napoleón donde cada victoria le pide ir más allá. Tal vez, como él, encuentre su Waterloo.

El Estado de Israel se creó como proyecto para ofrecer una seguridad definitiva a los judíos que habían estado a merced del grado de tolerancia de los reyes y gobernantes de las naciones. Podría darse la paradoja que este país se convirtiese en el lugar más inseguro para ellos y la gente empezase a emigrar.

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Protestes a Gaza, @Pixabay