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El movimiento ecuménico, una carrera de fondo

22 d'octubre 2021
Laura Mor - Catalunya Religió

(Laura Mor –CR)  Como una especie de corredor de fondo del ecumenismo. Así presentan a Antoni Matabosch en el prólogo de su último libro. La presentación del título se celebró el pasado jueves. Publicado en castellano en la colección Universalia de Sant Pacià Books, lleva por título El Consejo Mundial de Iglesias. El texto recurre a la historia doctrinal de este organismo que, desde 1910 hasta el presente, “busca la unidad perdida” entre los cristianos. El acto de presentación ha contado con el autor, el crítico y el historiador de arte Daniel Giralt-Miracle, el decano de la Facultat Joan Torra, y el secretario del consejo evangélico de Cataluña, Guillem Correa. Se puede recuperar la ponencia en este enlace.  

“El Consejo Mundial de Iglesias inventó el ecumenismo, que hasta entonces era un follón de confesiones enfrontadas”, ha explicado Matabosch. El libro ayuda a comprender el desarrollo del movimiento ecuménico y señala qué ha aportado el CMI.” El teólogo y profesor emérito de la Facultad de Teología de Cataluña ha recordado que “las principales instituciones fueron asumidas por el Concilio Vaticano II”. Y ha apuntado la necesidad de la coexistencia, la cooperación y el compromiso como elementos claves para la comunión eclesial.

Observador y cronista

Capellán desde 1959, Matabosch asumió el diálogo entre confesiones cristianas como causa vital el invierno de 1967. Fue el momento en el que estudió la diplomatura en el Instituto de Estudios Ecuménicos de Bossey, cerca de Ginebra. Y participó como observador y cronista en diferentes asambleas plenarias del Consejo Ecuménico de las Iglesias. De hecho, es la única persona que ha asistido a 7 de las 10 asambleas celebradas entre Porto Alegre (2006) y Busan (2013). El libro también repasa, entre otras, las conferencias mundiales celebradas en Bangalore (1978) y en Cambridge (1979), la asamblea de Nueva Deli (1961), Vacouver, en Canadá (1983), Camberra (1991) y Harare, capital de Zimbabwe (1998).

El libro de Matabosch cuenta con el prólogo del obispo de Almería, Adolfo González Montes. Como presidente de la Subcomisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales y Diálogo interreligioso, Montes señala que el CMI “no se propuso ser una súper Iglesia” con objetivo integrador. Y lo contextualiza en la Declaración de Toronto de 1950, que “garantiza la consciencia de la fe dogmática de cada una de las confesiones cristianas agrupadas en las grandes comuniones eclesiales.”

Una convicción compartida

Para Montes “Matabosch ha mantenido siempre el equilibrio que lo caracteriza, ciertamente difícil, de saber incorporar las mediaciones que reclama el mensaje cristiano en cada momento histórico sin perder la consciencia crítica de sus límites.” El autor, de hecho, resigue el itinerario del CMI sin olvidar el contexto histórico que ha marcado cada etapa. Por ejemplo, describe el riesgo de politización que vivió en los años setenta.

La crónica detallada de Matabosch, que incluye los debates y diálogos de las asambleas y conferencias mundiales, lleva al obispo Montes a hacer una lectura optimista sobre el futuro del ecumenismo. Un optimismo que se basa en el hecho que las iglesias comparten una misma convicción: “La dimensión ecuménica de la vida cristiana es irrenunciable.”

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