El futuro de las mujeres en la Iglesia
Es tiempo de soñar y confieso que yo también he tenido un sueño; he soñado, una Iglesia tan bonita, tan perfecta, tan fiel al mensaje de Jesús… tanto como a mí me gustaría que... cuando me he despertado me he dado cuenta de que no existía. No existe, porque de existir, yo no cabría en ella.
Sin embargo, sin sueños no es posible conjeturar el futuro y mantener la ilusión en la dirección hacia lo que deseas. Creo que hay una sola Iglesia, una institución que a mí me gustaría que fuera de otra manera, pero que es como es, y así la quiero. Y, porque la quiero, me atrevo a decir unas palabras sobre los retos que tiene por delante y que esperamos que se vayan cumpliendo porque después, ya vendrán otros.
La Iglesia es histórica y dinámica, decíamos, y todos los bautizados, de toda la escalera piramidal: color, raza, lengua, sexo, nación, somos responsables. Esto es lo que el Sínodo nos recuerda continuamente. La sinodalidad ha de ser el estilo y forma de ser de la Iglesia, como el Papa ha repetido. Amen.
Los retos que veo, son muchos, por citar algunos:
- Se podría revisar el Código de Derecho Canónico. Si queremos de verdad una Iglesia sinodal, este no tendría que suponer tropiezos.
- La atención preferencial a los pobres, para hacerles más visibles institucionalmente.
- El centralismo jerárquico y patriarcal, al lado del clericalismo.
- Una eclesiología y una organización eclesiástica, que no acaban de encajar en este mundo que va caminando hacia la democracia (por mala que sea todavía) de un mundo del que ya ha dejado ser árbitro.
- Y para no alargarnos más, el reto del feminismo que la Iglesia institucional no sabe cómo encajar con la justicia que le corresponde.
Sobre este último punto, podemos hablar de las siguientes vertientes:
- Des de la vertiente de los Ministerios, que son muy importantes y dan miedo a la jerarquía.
- La recepción eclesial de la teología feminista, al lado de la teología tradicional.
- El feminismo cristiano en la comunidad eclesial, en las parroquias y en todo lo que pueda decirse en este pequeño espacio de tiempo que estará bajo el paraguas del espíritu del Sinodo y de la esperanza que ponemos en el Espíritu Santo. Este ha de iluminar a toda la iglesia.
Nos movemos en una Iglesia sinodal definida como “Una Iglesia que escucha, donde todos escuchan al Espíritu Santo y hemos de esperar una escucha recíproca entre todos los miembros del pueblo de Dios, es decir, escuchar, dialogar, discernir, proponer, convertirnos, cambiar... porque en una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio, todos caminamos juntos, y nos preguntamos qué pasos nos invita a hacer el Espíritu. Toda la pastoral que hacemos en estos tiempos, ha de situarse en esta línea. No será fácil.”
La primera cosa que se impone, ya desde hoy, conjeturando una Iglesia del futuro, es el diálogo con el pueblo de Dios que también ha de ser protagonista y sujeto activo en la renovación de la Iglesia, como no se cansa de repetir el papa Francisco y se va repitiendo también en todos los comentarios.
Y antes de mirar el futuro, y hablando de las mujeres, vale la pena echar un vistazo y preguntarnos dónde estamos ahora, dónde nos hacemos visibles, cuál es el punto de partida. No venimos de la nada, el Vaticano II no pasó sin tener consecuencias para nosotros, hombres y mujeres que estamos aquí, que somos herederos.
Ciertamente - con el paso de los años que todos sumamos, pero sobretodo de unos años en los que hemos ido aprendiendo, a veces manifestándonos en la calle, a veces más tímidamente- podemos afirmar que no somos un rebaño de ovejas de ningún pastor temporal. Somos sujetos activos que hoy ya no nos creemos todo lo que antes nos tenían que decir que era pecado, que laicos y laicas hace años que vamos conquistando nuestro lugar en la Sociedad y en la Iglesia, que los obispos ya no nos dan miedo, que pensamos por nosotros mismos y somos capaces de decir que no! Con lo que tenemos que tener cuidado, sin embargo, es con lo que nos enseñaron cuando éramos jóvenes. En estos momentos, los obispos ya miraban los cambios con miedo.
Es por esto que, el querernos situar, nos exige aplicar una idea que me ha sugerido el subtítulo de una lectura de Ramon M. Nogués: hemos de avanzar con conocimiento y sabiduría. Conocimiento porque la realidad eclesial es mucho más universal, compleja, humana y profunda y no se puede comparar con un partido; y sabiduría como don del Espíritu que, en el análisis, nos ayude a separar lo que es fidelidad al Evangelio de lo que es la paja que nos aparta de la verdad de lo que es Iglesia, y de su misión en el mundo de hoy.
Este es un extracto de una conferencia realizada en el ciclo “Mujeres en la Iglesia” En la Escuela de Teologia del Maresme (Mataró), en colaboración con el ISCREB. Puedes leer ponencia completa aquí (está escrita en catalán.)