El culto a la Sagrada Família
La Sagrada Familia de Cristo designa a la familia terrenal formada por Jesús, María y José. Esta figura es celebrada por la Iglesia católica el primer domingo de la octava de Navidad, es decir, el domingo inmediatamente posterior a la fiesta de la Natividad o el 30 de diciembre si no existe el domingo en esta semana.
Hoy, esta devoción está ampliamente extendida. El Papa Francisco, en su exhortación apostólica Amoris Laetitia, nos invita a tomarla como modelo de vida familiar. Entre los lugares destacados de esta devoción se encuentra Cotignac, en el Var (Francia), conocido por las apariciones de la Virgen María con el Niño en 1519 y, más tarde, de San José en 1660.
Cabe destacar que, aunque la familia compuesta por Jesús, María y José aparece en los primeros capítulos de los Evangelios, la idea de su figura como Sagrada Familia es una construcción relativamente tardía. Ésta está estrechamente vinculada al desarrollo del culto a San José, que no se consolidó hasta el siglo XV. Por eso, la iconografía medieval apenas incluye representaciones de la Sagrada Familia, y no fue hasta el siglo XVII, en Canadá, cuando esta devoción empezó a tomar forma. Inspirado por los relatos de milagros ocurridos en Cotignac, el religioso San Francisco de Laval fundó en 1684 la primera parroquia dedicada a la Sagrada Familia en la isla de Orleans, en la región de Quebec. Unos años antes, ya había creado la Cofradía de la Sagrada Familia. Esta devoción se extendió rápidamente por otras regiones de la cristiandad, como demuestra la rica iconografía de los siglos XVII y XVIII.
A finales del siglo XIX, el culto a la Sagrada Familia adquirió un carácter más universal. El papa León XIII, con el breve Neminem fugit de junio de 1892, instituyó la Asociación de la Sagrada Familia en Roma, con el objetivo de unificar las cofradías existentes con ese nombre. Al año siguiente, decretó que la fiesta de la Sagrada Familia se celebrase en los lugares donde ya había devoción, asignándole una misa y un oficio especiales con himnos compuestos por él mismo. Finalmente, el papa Pío XI, en 1921, extendió la obligatoriedad de esta celebración a toda la Iglesia.
Sin embargo, la devoción a la Sagrada Familia no puede fundamentarse fácilmente en los Evangelios, que son bastante discretos en cuanto a la infancia de Jesús y su educación. Sólo tres pasajes evangélicos se han asociado tradicionalmente a la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia: la fuga a Egipto, la presentación de Jesús en el Templo y el episodio de Jesús perdido y reencontrado en el Templo.
Este último pasaje, relatado en el Evangelio según San Lucas, es el que ofrece más información sobre la vida familiar de Jesús. Los otros dos episodios son esencialmente simbólicos, puesto que sitúan a Jesús en el contexto de la historia de Israel. En el relato del reencuentro de Jesús en el Templo, el joven escapa a la vigilancia de sus padres para enseñar entre los sabios. Cuando María y José lo encuentran, el Evangelio expresa de forma general la preocupación de los padres, aunque María reflexiona en silencio sobre este episodio: «Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2,51).
De hecho, el Nuevo Testamento no se construye en torno a la educación de Jesús. San Lucas se conformó con especificar para describir su infancia que «crecía en saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres» (Lc 2,52). Estas observaciones generales parecen ser suficientes para los evangelistas, para quienes la naturaleza divina de Jesús revelada en su pasión es más importante que su infancia. El interés, al principio del Evangelio, radica en la encarnación de Jesús como hombre. En este sentido, es necesario mostrar que Jesús tuvo un nacimiento y una infancia normales.
Más allá del evidente carácter de santidad de sus miembros, la familia de Cristo es santa por su función esencial: un lugar en el que un niño puede crecer y ser educado en el amor. La santidad de esta familia se manifiesta en cómo se vive el amor. José adoptó a Jesús sin vacilaciones, y María permaneció fiel hasta el pie de la cruz, junto a uno de los Doce.
En su homilía del 27 de diciembre de 2015, con motivo de la primera fiesta de la Sagrada Familia después del Sínodo sobre la Familia, el Papa Francisco subrayó que Jesús no habría sido quien fue sin el acompañamiento de su familia terrenal. «¡Qué bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones!», dijo, destacando que la alianza entre las naturalezas divina y humana de Cristo contribuyó a hacer de Jesús el hombre que nos cuentan los Evangelios. Así, la humilde familia de Judea formada por María, José y Jesús es, sin duda alguna, la Sagrada familia.