‘El 47’, homenaje a la historia de un barrio
[Antoni Nello - Revista Foc Nou]
El 47 es una línea de autobús histórica que hoy realiza el recorrido entre el paseo marítimo de Barcelona y el barrio de Canyelles. Pero hace muchos años, este autobús fue protagonista de un episodio singular: secuestrado por su conductor, Manolo Vital, se desvió de su ruta habitual para dirigirse hacia el barrio de Torre Baró, un lugar prácticamente inaccesible en aquel entonces debido a la dificultad orográfica y a la particularidad de su población. Este episodio, junto con todo lo que lo rodea, es lo que relata esta fantástica película de Marcel Barrena, el director que ya conocemos por 100 metros (2016) o Mediterráneo (2021), un cineasta que cuenta historias ejemplares con un alto nivel ético.
El episodio que presenta aquí Marcel Barrena no es solo un hecho puntual, sino un verdadero homenaje a la historia de un barrio concreto, Torre Baró, que bien podría haber sido cualquiera de los barrios periféricos de Barcelona o de cualquier gran ciudad en épocas de migraciones internas, cuando muchas personas llegaban desde regiones más empobrecidas en busca de mejores condiciones de vida. Y esto me parece lo más relevante, más allá de la anécdota del secuestro del autobús, que sin duda también lo es y que recoge un hecho histórico.
Quienes tenemos cierta edad y hemos vivido de alguna manera, aunque sea de forma indirecta, la realidad de estos barrios a veces “olvidados por la mano de Dios”, conocemos las esperanzas y los esfuerzos que allí se invirtieron, así como las lágrimas y los fracasos que se sufrieron. De hecho, en Can Tunis mi madre ejerció como maestra durante 20 años, de 1950 a 1970, los primeros veinte años de mi vida. Conservo muchos recuerdos de aquel tiempo, e incluso participé en la procesión del Corpus después de mi primera comunión.
El 47 es una película hermosa y bien realizada, ejemplar en su mensaje y ordenada en su forma. Cuenta con interpretaciones excelentes: la del gran Eduard Fernández, sin duda, quien da rostro a Manolo Vital con su tozuda picardía y su generosidad de espíritu. Pero también hay que destacar el trabajo de Clara Segura, gran actriz de teatro y de cine, que interpreta con calidez a la religiosa llena de buenas intenciones que va a trabajar en y por el barrio, y que se enamora de Manolo Vital. Su personaje representa a tantas y tantos sacerdotes, religiosos y religiosas que, en una época marcada por la generosidad, quizás perdieron su vocación, pero hicieron de su vida un excelente servicio a las personas más necesitadas de aquel paisaje urbano de los años del posconcilio, de la transición, del desarrollo político y social del país, de las grandes esperanzas y también de las primeras desilusiones de la recién estrenada democracia.
Y, porque es una película hermosa, se pueden perdonar pequeñas licencias históricas, como la participación del propio alcalde Maragall en el secuestro del autobús: no estuvo allí, pero perfectamente podría haberlo estado. De hecho, pasó unos días en casa dela familia de los Vital con la intención de conocer de cerca la realidad de los grandes barrios periféricos de Barcelona cuando fue alcalde.
Antoni Nello
Teólogo y presbítero de la diócesis de Barcelona