Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.
Desde la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, esta fiesta, denominada popularmente “el Corpus” o “Corpus Christi”, de la que este año celebramos los 700 años de la primera procesión en Barcelona, es denominada como "Solemnidad del Santísimo Sacramento del Cuerpo y de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo". La fiesta del Cuerpo y de la Sangre del Señor conmemora la institución del Sacramento de la Eucaristía. Es un llamamiento a profundizar en el significado de la Eucaristía y de su lugar en nuestras vidas. Esta festividad es la celebración de Dios del amor que se revela a sí mismo dando su Cuerpo y su Sangre, dándose a sí mismo a nosotros como el alimento de la vida eterna.
Una palabra hace que lo que se dice se haga realidad
"El Cuerpo y la Sangre de Jesús son el signo, ya no simbólico, sino real, de la unión de Dios y la humanidad en Jesucristo, que es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre.
En el último cenar Jesús dijo: "Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre". El pan no representa el Cuerpo de Jesús, sino que se convierte en el Cuerpo de Jesús. Su palabra es consciente de lo que se dice. El sacramento es el signo efectivo de la vida de Dios que entra en la persona: "Quién come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna".
Jesús habla de este gesto para ser reproducido como memorial. Para un judío, realizar un memorial es hacer presente a quien es recordado. Es una presencia efectiva. Cuando llegamos a la vida, alguien tiene que alimentarnos. Pero esto no es suficiente. Sabemos, por ejemplo, que un niño que no es alimentado, deja de vivir.
Así, a través del bautismo damos la bienvenida a un nuevo nacimiento en la vida de Dios. En la comunión, es la sustancia divina que viene a sostener esta vida que viene del Padre. Lo que falta es el amor. El amor es el Espíritu Santo que nos da Jesús y que nos envía desde el Padre.