Religiones y paz
La historia de las religiones está llena de conflictos y violencia para imponerse las unas sobre las otras. Aunque ya no es como en otros tiempos, aún persisten en muchos lugares del mundo. A pesar de ello, desde las diferentes religiones se habla y se pide muy a menudo la paz, como por ejemplo en un acto que cada año se celebra en la plaza Sant Jaume de Barcelona durante la semana por la paz Arcadi Oliveres organizada por Justicia y Paz.
En este acto, toda una serie de religiones y convicciones diversas expresan deseos de paz. Sin embargo, esto no evita que la violencia, en diversas formas, ejercida por personas o pueblos en nombre de las religiones cese. Continúa presente en muchos lugares del mundo. Se puede decir que se utiliza la religión para justificar ataques y guerras que ocultan otros intereses, pero si no se hace un pronunciamiento enérgico contra la violencia, la religión se convierte en cómplice.
La paz no es una situación o estado que se dé al margen de la dinámica vital global. La paz no es solo la ausencia de situaciones violentas, sino que es la presencia de condiciones necesarias e imprescindibles para que sea una realidad duradera y beneficiosa para todos. En la Escritura, en los escritos de los profetas del Antiguo Testamento y los salmos, la paz plena, no la que se pacta entre beligerantes, se relaciona con la justicia (Is 9,5-6) y con la fidelidad y el amor (Sl 85,11-12). Por lo tanto, la paz necesita una conversión profunda con generosidad, compromiso y esfuerzo.
La paz con justicia, fidelidad y amor requiere una mirada amplia que abarque todo el mundo. Cuando vivimos en un entorno agradable y disfrutamos de tranquilidad, nos da la sensación de que todo va bien y que la paz es un hecho. Pero las necesidades y las injusticias siguen presentes en el mundo, gran parte de la humanidad sufre todo tipo de males, guerra, falta de alimentos, persecución e injusticias, y es expulsada de su hogar, impidiéndole encontrar un lugar donde vivir más plenamente. Siempre que haya alguna guerra en algún lugar del mundo, de alguna manera nos concierne, y más en los tiempos actuales en que la globalización ha creado conexiones a nivel mundial. Mientras no haya justicia y derechos para todos, creer que vivimos en paz es una actitud miope que nos aleja de vivir seriamente y profundamente nuestro compromiso cristiano. El Papa Juan XXIII pedía tener una nueva mirada hacia la
humanidad desde el evangelio: “Debemos defender en todo y antes que todos los derechos de la persona humana y no solo de la Iglesia católica. No es el Evangelio el que cambia. Somos nosotros quienes comenzamos a entenderlo mejor... Hay que reconocer los signos de los tiempos y mirar más allá”.
Tal como dice el Papa Juan XXIII, debemos entender mejor el Evangelio y seguir a Jesús en sus actitudes y palabras. Las bienaventuranzas, en las que Jesús nos dice cómo debemos ir construyendo nuestra vida cristiana, precisamente los que trabajan por la paz, Dios los llamará hijos suyos (Mt. 5,9). Y en (Lc 6,22 ss) más que trabajo por la paz, insiste en el amor a todos y sobre todo al enemigo. En el evangelio de Juan, en su discurso de despedida, Jesús, con la promesa del Espíritu Santo, nos da la paz: “Les dejo la paz, les doy mi paz. Yo no se la doy como el mundo la da. Que sus corazones no se turben y no teman” (Jn 14,27). ¿Y cuál es la paz que Jesús nos da? En primer lugar, nos pide no tener miedo, serenarse para saber que estamos acompañados y amados por Dios. La paz que da el mundo, habitualmente, se logra después de un conflicto bélico, hay vencedores y vencidos, y esta paz nunca es duradera ni está aparejada con la justicia. El vencedor impone condiciones al vencido que pretenden dejarlo sometido.
En otros escritos del Nuevo Testamento también encontramos textos importantes en relación con la paz. En la carta a los romanos, Pablo afirma que el Reino de Dios es cuestión de justicia y de paz y hay que buscar lo que lleva la paz y edifica la comunidad (Rm 14,17.19), y en la carta a los Gálatas nos dice que los frutos del Espíritu Santo son: amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad y fidelidad.
Debemos trabajar por la paz en todas partes, pero no una paz vacía, sino llena de derechos, justicia y amor. Los cristianos y también personas de otras religiones y creencias, debemos trabajar por esta paz. Si hay razones para la guerra, más razones debemos encontrar para la paz.