Navidad: el encuentro entre lo divino y lo humano
Ya sé que Pascua es el núcleo central del cristianismo. Que sin los hechos de la Pascua y el anuncio de la resurrección de Cristo nada quedará del Cristianismo. Ya lo sé todo esto.
Pero sin Navidad, no puede haber Pascua, sin nacimiento de Jesús no hubiera podido vivir, morir y resucitar. Así pues, Navidad no sólo es un preludio, una condición previa, un simple primer paso. Navidad tiene para los cristianos una dimensión y una significación capital. Labra todo el mensaje cristiano.
El cristianismo no sólo es creer en Dios. Esto es propio de todos los teísmos.
No sólo es considerar al hombre Jesús como un gran ejemplo de vida religiosa y de predicación de valores, muy válidos; como tampoco es sólo tener la seguridad de que nos trascendimos a nosotros mismos; que somos más de lo que parecemos a primera vista, que tenemos valores y deseos valiosos. Por esto, no es necesario ser personas de fe.
Por otro lado, el Cristianismo se diferencia de otras religiones.
- No cree como el Islam que Dios se hace palabra, que en este caso palabra escrita, en la que se encuentra toda la normativa del actuar humano en todos los campos.
- No cree como el judaísmo que Dios se hace acompañante de la historia del pueblo, pero que no se hace presente en ninguna persona concreta.
- Cree, como otras religiones, que Dios está en todas partes, pero difiere en que no todo es Dios. Que Dios no es el mundo. Pero sí que Dios se hace presente en el mundo.
San Agustín dijo muy bien que para los cristianos Dios es más trascendente, está más allá de lo que podamos pensar, pero que a su vez es más íntimo que la más pregona intimidad de nuestro corazón.
Y esta paradoja de Agustín se pone de manifiesto, se muestra, de una manera especial, en la Navidad.
Cuando hablamos de Encarnación del Hijo de Dios, estamos afirmando que lo más trascendente (Dios) se está haciendo hombre, humanidad. Que la eternidad ha entrado en la historia humana. Que el bien y el mal pueden estar en nuestros corazones, pero que no está entre Dios y nosotros.
Dios visita, pone su tienda, se queda entre nosotros, con sencillez, sin poder ni imposiciones; pero sí que anuncia un gran mensaje, una Buen Nueva; Dios se hace hombre a fin que el hombre pueda ser Dios, pueda ser imagen de Dios. El grande Ireneo de Lion ya dijo que “la gloria de Dios es que el hombre viva y viva en plenitud.” Por la Encarnación Dios quiere y asume todo lo que es humano y lo llama a una transformación superior.
La consecuencia de lo que he dicho es que el cristiano y toda institución cristiana ha de actuar siempre según el modelo de la Encarnación; es decir que se ha de dedicar a poner puentes y a establecer comunicación entre la dimensión religiosa y la dimensión humana de la vida. Y esto, puede tener muchas aplicaciones, también en los ámbitos sociales universitarios y académicos.
- Querrá decir que si se esfuerza en ver lo que es razonable creer y que la fe se puede razonar.
- Querrá decir que no puede haber contradicciones entre la ciencia y la fe, y, que una justa complementariedad, conservando las propias identidades, no haría mal ni a la una ni a la otra.
- Querrá decir que para el creyente todo sufrimiento humano es un escándalo a la vida de la fe encarnada.
- Querrá decir que entre la fe y la cultura ha de haber una colaboración que fortalece a ambas dimensiones. La cultura ha aportado a la sociedad sombras culturales de todo tipo, valores humanos (desde la fraternidad universal, hasta la noción de persona y prójimo). La fe, por su lado, sólo puede desarrollarse en el marco de una cultura, de cada cultura. Por eso hoy hablamos, queremos hablar, de inculturación de la fe. De un doble movimiento de mutua fecundación y perfeccionamiento entre cristiano y cultura.
Un caso bien claro de esta inculturación es el de la Sagrada Familia, donde esto que es arquitectónicamente perfecto induce a una espiritualidad sublime.
El cristianismo es una religión de encarnación, de encuentro entre lo divino y lo humano, en Jesucristo. Toda forma cristiana descarnada, fundamentalista, de ignorancia de las injusticias sociales, de un espiritualismo desaforado o de un materialismo grosero que sólo se fija en lo que ve, está muy lejos de la Encarnación.
Y finalmente, dejarme decir que este cruce entre lo divino y lo humano, no sólo se expresa en el ámbito racional, sino que también en lo que ahora llamamos de la inteligencia emocional, o mejor dicho cordial. Dios se hace presente con toda humildad, ternura, proximidad íntima. Por eso, el espíritu de Navidad, el verdadero espíritu de Navidad coge toda