La receta cristiana para un mundo postpandémico

05 de juny 2021

En un contexto post pandémico, o más concretamente holo endémico, la oportunidad de lo global se ha convertido en amenaza, y de las supuestas fortalezas, ya conocidas como verdades con pies de barro, hemos sufrido sus debilidades. Hoy, probablemente más que nunca, hay que reencontrar las certezas, las pre verdades, que nos permitan levantarnos, rehacernos, esperanzadamente de nuevo.

Nos hemos hecho más conscientes que nunca de la fragilidad de la persona humana, capaz de fracturarse por fuera y también por dentro. La volatilidad, la inconsistencia de lo que tocamos y sentimos, de la vida, nos aterra, nos encierra en una sórdida soledad. La misma incertidumbre de las cosas de siempre, ya no solo del futuro, nos vuelve desconfiados. Vivimos el mundo del complejo superlativo, donde la simplicidad se ha convertido en defecto. Nos descubrimos vulnerables de todo y en todo; se nos desdibujan los valores en los que nos creemos creer. La dispersión nos atenaza y condiciona relaciones de virtualidad que nos deshumanizan lentamente. Respiramos inmediatez, nos afanamos por la realidad preconcebida, prepensada y tangible, medible. Esta realidad que vamos interiorizando como quien no quiere la cosa, que nos transhumaniza y desordena poco a poco... pide respuestas humanizadoras, verdaderas.

Hoy, comprometidamente, debiéramos ir a recuperar el mensaje que el cristianismo nos ofrece a través del Nuevo Testamento, luz inequívoca de la Buena Noticia que seguimos compartiendo por la fe. ¿Qué es lo realmente nuevo del mensaje cristiano? ¿Cuáles serían las condiciones de transformación espiritual que nos propone Jesús con la Buena Nueva? ¿Cuáles son aquellos principios fundamentales que hoy nos interpelan más que nunca para hacer frente a la realidad postpandémica?

-En primer lugar, una de las grandes revelaciones que encontramos en los escritos del Nuevo Testamento, una primera paradoja de la tradición judía es el sentido de la misericordia del Padre. Jesús no nos habla del pecado; contrariamente, liderándonos, nos propone un marco de relación con el Padre que sobreviene una auténtica red de compasión, un seguro de vida, de “vida eterna”, sin letra pequeña. El perdón por nuestros errores será incondicional, es un perdón que sobrepasa y sobredimensiona cualquier razonamiento legal, incluso moral; es una reconciliación del setenta veces siete. La misericordia que alivia, perdona, cura y acoge al ser humano ya no es comparable a nada. A la teología de la retribución, la teología de la misericordia.

-Un segundo principio argumental del mensaje de Jesús es la desproporción del amor. Nos propone un amor ágape desde el minuto primero, en todo y para todo. Es un amor sobreabundante, inabarcable, capaz de la muerte. Un amor al que no estaba acostumbrado el creyente. Un amor que explica la bondad infinita de la creación y del ser humano en los inicios. El amor y la misericordia a fondo perdido explican que Dios ha hecho posible la humanidad desde la bondad, y que son los actos con los que nos definimos vivos, o las omisiones, las palabras, o los silencios, los que generan el mal; Dios ha hecho posible una buena humanidad, libre y capaz de error, pero siempre, irrenunciablemente, sujeto de amor.

-Fruto de este segundo principio, Jesús nos anuncia que el Reino es universal, que nos pertenece a todas y a todos. El nuevo reino del amor, aquel que viene de Dios, don gratuito, no se focaliza en ningún pueblo, en ninguna cultura, ni tan siquiera en ninguna religión.... El proyecto del nuevo reino es para todo el mundo, se llega por todos los caminos que lleven a la vida llena, comprometidamente con el proyecto del Padre en nosotros. Esta universalidad del bien nos invita a la apertura, a la aceptación, a romper con las fronteras físicas y morales que nos empequeñecen.

-La cuarta propuesta de Jesús habla de la esperanza y lo eterno. Por primera vez la esperanza no tiene calendarios, ni texto; es una esperanza virtuosa, que no se concreta en cada experiencia de vida necesariamente, pero que hace vivir, y hace vivir como Él, hasta después de la muerte. Por primera vez, la vida tendrá sentido aceptando la muerte. Jesús nos dibuja el camino que no tiene GPS, que no se puede rastrear; el camino de su reino es una propuesta de vida, un trayecto personal e intransferible, como cada cruz. Un camino que nos hace libres siempre, a pesar de las dificultades. La esperanza vital en el proyecto del Padre en nosotros nos permite transcender al tiempo y al espacio.

-Finalmente, el último propósito de su mensaje es el de la pequeñez. Una pequeñez desde los inicios, y hasta la muerte. Jesús se hace humanidad frágil, vulnerable, limitada, pobre. Se hace insignificante ante todos y muere físicamente de la más miserable y dolorosa manera. Asume en persona todos los objetivos de su proyecto, el del Padre, y los vive hasta el último momento, en su plena juventud. El Nuevo Testamento nos deja en boca de Jesús, y en sus mensajes, significados por experiencias de vida nueva, de perdón, de acogida, de apertura a los otros, de misericordia...los ejes que intuyo programáticos para el cristianismo. Pero va más allá del qué de las propuestas, las concreta en el cómo. El cómo al que nos invita Jesús tiene que ver con la humildad primera del ser humano. Él vive en primera persona todas las fragilidades y limitaciones, todo su fracaso, que es el de la humanidad, el nuestro. Vive todo el proyecto de Dios en Él mismo y nos interpela por siempre jamás.

Estos cinco ejes programáticos del cristianismo, que podrían ser el sedimento final de la palabra en nosotros, creo que explican Dios. Este es el último gran misterio; el Dios de Jesús que proclamamos los cristianos es misericordia y perdón, es amor sobreabundante, universaliza el bien, nos hace esperanzados y es eterno, desde siempre; El Dios de Jesús se hace minúscula experiencia humana en Jesús mismo.

Hoy, pues, debilitados y desordenados, tocados interiormente por la deshumanizadora evolución del mundo que construimos, tenemos al alcance, como siempre, su propuesta cristiana. Hoy, más que nunca, en plena reflexión cuaresmal de nuestro papel cristiano, seguimos teniendo respuestas para reemprender, para revivir los trayectos personales que llevan a la esperanzadora certeza del amor. Hoy tenemos a mano la receta cristiana de Jesús.

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