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Los magos de Oriente adoran al niño Jesús

EL CONTEXTO DEL ANTIGUO TESTAMENTO: CLAVE PARA ENTENDER MATEO 2,1-12

En Mateo, los magos o sabios tienen una connotación positiva: son personas admirables que representan el conocimiento y la religiosidad pagana. El texto menciona que son de Oriente, una expresión que encontramos en el libro de Números 23,7. Hoy nos puede sorprender que el relato hable de una estrella que había guiado a los magos hacia Belén, pero en Números 24,17 también aparece. De hecho, era un elemento muy común en la literatura de los primeros siglos. Encontramos relatos similares en Virgilio, Flavio Josefo y Suetonio, donde una estrella podía significar el nacimiento o la muerte de alguien importante.

Los magos van primero a Jerusalén, la ciudad más importante de Judá y donde se encuentra el Templo. Desde allí son dirigidos a Belén, un pueblo pequeño e insignificante (Miqueas 5,1). Los magos llegan a Belén, adoran a Jesús y le ofrecen regalos. En este relato hay una cita implícita del Salmo 72,10-11, donde también se habla de reyes extranjeros que llevan regalos de oro e incienso en homenaje al rey, hijo real de Dios (Salmo 72,1). Mateo ha completado esta visión con el profeta Isaías (60,1ss), que habla de los representantes de las naciones que traerán oro e incienso a Jerusalén porque quieren acercarse a la luz que ha recibido: la gloria del Señor. Ambos textos, el de Isaías y el salmo, sirven a Mateo para remarcar el carácter gentil de los magos. Según el Salmo 45,9, las vestiduras del rey están impregnadas de mirra.

LOS MAGOS Y LA PIEDAD CRISTIANA POSTERIOR

Mateo explica que Herodes manda matar a todos los niños de Belén «de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los sabios» (2,16). Esta noticia hace suponer que la visita de los sabios ocurre algún tiempo después del nacimiento de Jesús y no justo cuando nació. Sin embargo, en la tradición de la Iglesia arraigó lo que dijo San Agustín: los magos adoraron a nuestro Señor Jesucristo, que había nacido trece días antes.

Rápidamente la imaginación y la piedad se unieron para convertir a los magos en reyes, influenciados por los textos del Antiguo Testamento que hemos visto más arriba. Tampoco el texto dice que se trataba de tres reyes. Posteriormente, debido a la mención de los tres regalos, se estableció que el número de reyes que adoraron a Jesús era tres (aunque también hay fuentes que hablan de dos, cuatro y hasta doce reyes). En cuanto a los nombres de los magos, en Oriente los nombres de los reyes eran Hormizda, Yazdegerd y Perozad. En una obra cristiana de Etiopía los reyes eran Hor, Basanater y Karsudan. En Occidente, sin embargo, arraigaron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. El hecho de que fueran tres y de que representaran a todas las naciones que adoran al Salvador facilitó que se los relacionara con todas las etnias conocidas en el mundo. De ahí que un rey fuera blanco, otro negro y otro de color intermedio, rubio.

En los primeros siglos, la comunidad cristiana tenía hambre de saber más cosas sobre el Hijo de Dios, el Salvador. Este afán por conocer más detalles también afectó al relato de los magos de Oriente. Como si fuera lo más normal del mundo, hoy hablamos de tres reyes, cuyos nombres y color de piel conocemos, y que llegaron el seis de enero. Sin embargo, Mateo no menciona nada de esto.

LA FIESTA DE REYES HOY

La piedad religiosa popular no se detiene. Y así debe ser porque la Palabra de Dios es una palabra viva, que no puede quedar encerrada en estudios y libros; debe llegar al corazón de las personas que formamos la Iglesia. Hoy vemos el acontecimiento de la adoración de los magos de Oriente al niño Jesús enmarcado en una noche de magia, luz, ilusión y alegría. Una alegría como la que sintieron los magos al ver la estrella. Los magos llevaban tres regalos que simbolizaban la realeza (oro), la divinidad (incienso) y la anticipación de la muerte de Jesús (mirra). Si pensáramos que en este día Jesús se hace presente en los niños, veríamos enseguida que hoy los regalos que todos ellos esperan son amor, generosidad y cariño. La fiesta de Reyes tiene un objetivo muy importante que no podemos eludir: llevar felicidad a todos, sin excepción, pequeños y mayores.
 

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