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Corpus Christi: liturgia y piedad popular

Josep Caselles

La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, conocida popularmente como la fiesta de Corpus, comenzó a celebrarse en Lieja en el siglo XIII, concretamente en 1246, en el marco de un movimiento de exaltación de la Eucaristía. Fue la promotora una monja cisterciense de Monte Cornillon, santa Juliana de Lieja. Más tarde, en 1264, el papa Urbano IV la instituyó y le dio una proyección universal.

El medievalista Ptolomeo de Luca afirma, en 1313, que Santo Tomás de Aquino redactó por encargo del Papa los textos de la misa de esta fiesta. De este santo son las letras de cantos eucarísticos que han perdurado hasta nuestros días, tales como: Pange lingua, Tantum ergo, Lauda Sion y O saludaris Hostia.
En el transcurso del siglo XIV el Corpus se fue consolidando a toda la cristiandad, junto con la práctica de realizar una procesión con el Santísimo Sacramento en esa fecha: el jueves o el domingo después de la solemnidad de la Santísima Trinidad. Y para mostrar más claramente al Santísimo a todos los fieles, se utilizaron unas custodias, en algunos casos de grandes dimensiones.

El teólogo Karl Rahner destaca tres significados de la procesión de Corpus. En primer lugar, nos hace descubrir que somos peregrinos en la tierra y, por tanto, que nuestra vida está caracterizada por la temporalidad y estamos en busca de un futuro donde podamos encontrar estabilidad y reposo eterno. En segundo lugar, la procesión evoca la presencia permanente de la reconciliación en los caminos de nuestra vida, ya que el Señor está presente y nos acompaña abriéndonos su corazón misericordioso. Y en tercer lugar, en la procesión hacemos experiencia de la unidad existente entre quienes participamos: expresamos que todos somos uno y seguimos un mismo camino, el de Dios, el que lleva a la eternidad.

La festividad de Corpus tiene también la finalidad de favorecer el culto y la adoración pública y privada de la Eucaristía. Las visitas al Santísimo Sacramento y la adoración pública y prolongada después de la celebración de la misa, se encuentran en esta línea. Y en este contexto se enmarca también la fiesta de la Minerva, de carácter eucarístico, en continuidad con una tradición vinculada a Santa Maria sopra Minerva, iglesia romana de los dominicos.
Una tradición bien arraigada en nuestro país y en muchos otros lugares es la de realizar alfombras con motivos eucarísticos y colocarlas en los lugares por donde está previsto que pase la procesión con el Santísimo. Son las famosas enramadas. Encontramos aquí el simbolismo de la flor, expresión de felicidad y de promesa de frutos.

Históricamente la celebración popular del Corpus fue acompañada en diferentes épocas de unas representaciones teatrales llamadas entremeses. Y entre los siglos XVI y XVIII, de los actos sacramentales de tema eucarístico. Relacionados con los entremeses se conserva todavía en Berga la fiesta de la Patum. Y en la ciudad de Barcelona se ha ido manteniendo la costumbre de L'ou com balla. El huevo que se sostiene sobre un manantial expresa simbólicamente la idea de vida y fecundidad asociada a la fiesta del Corpus.

La celebración, coincidiendo con la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, del Día de la Caridad expresa la voluntad de “vincular visiblemente la celebración de la Eucaristía con la caridad fraterna, insistiendo de modo particular en la relación entre la Fracción del Pan y la comunión cristiana de bienes, en la lógica que lleva de la compartición de los bienes eternos al compartimiento de los bienes temporales” (Concilio Provincial Tarraconense, resolución 77).

Después de todo, en torno a la festividad de Corpus Christi se ha desarrollado toda una liturgia y diversas manifestaciones de piedad popular, junto con otras expresiones culturales, algunas de las cuales con una relación más bien escasa con el sentido cristiano de esta solemnidad.

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