Adviento. ¿Tiempo de esperanza?
Adviento viene del latín y significa “venida”. Es un tiempo de la liturgia cristiana de preparación para la Navidad, parecido a la Cuaresma como tiempo de preparación para la Pascua. Así pues, su razón de ser es la Navidad: si la Presencia de Dios de Israel es una experiencia personal y comunitaria que se expresa a través de los textos bíblicos, esta Presencia resulta humanamente real en la persona del Niño Jesús. Es lo que celebramos y recordamos los cristianos por Navidad.
El Adviento es un tiempo teológico con proyección e implicación antropológica. El profetismo lo muestra: decadencia moral, rotura del pacto, desprotección de los huérfanos y viudas como imagen de una injusticia social flagrante, infidelidades y arrogancias a montones… en contraste con la solicitud del Dios de Israel expresada en la parábola de la vid, Is. 5,1-7: hay amenaza de castigo, hay ofrecimiento de perdón, “… vuelve a mí, porque te he redimido”, 44,22. Navidad también es esto: a pesar de todo, el retorno siempre es posible. Esta es la esperanza del Adviento: reconocer en la Navidad un amor que no se corresponde, “se esperaba una buena uva, pero ha salido agria”; reconocer el amor que tiene el Viñador por su viña, “…erais su plantación predilecta”. ¿Ya no? ¿Por qué?, “El Señor esperaba justicia, y por doquier ve injusticia; quería misericordia, y todo son miserias.” El Adviento pide enmienda, corrección, retorno. Es un tiempo de acción.
Hay muchos advientos a lo largo de la vida, muchos tiempos de espera para la venida del hecho gratificante, que se reconoce como tal. El adviento de la maternidad es el tiempo de espera para la venida de un hijo, el adviento de la desdicha es el tiempo de espera de un cambio favorable, el adviento de la enfermedad es el tiempo de espera para la cura o el alivio, y así podríamos ir desgranando tantos “advientos” como personas viven sus situaciones y circunstancias. Tantos tiempos de espera y de esperanza que tienen éxito, o no. Tiempo de acción: nacimiento, cambio, cura…
La esperanza, palabra mágica, es el deseo de algo que aún no se tiene: quien sufre espera dejar de hacerlo, quien emigra espera una vida mejor, quien está en el paro espera dejar de estarlo, y así sucesivamente. La esperanza mira al futuro, es “el aún no” en palabras de Ernst Bloch. Pero el Adviento litúrgico aliña este “aún no” con la expectativa confiada en el Misterio de Navidad: “Dios-con-nosotros”. Ya no es solamente la experiencia confiada de la Presencia, hay un plus: se ha hecho como nosotros y vive entre nosotros, Jn 1. Pero es necesario reconocerlo.
“He aquí que yo hago una cosa nueva… ¿no os dais cuenta?...” Is 43,19. Es necesario descubrir tal novedad, reconocerla, responder con hechos al compromiso de una esperanza que hace del “aún no” una realidad de presente. Tiempo de acción. Tiempo de Adviento.