Teología y feminismo
Teología y feminismo: dos términos que parecen tener (muy) poco en común. De entrada porqué habitualmente la teología no forma parte de la vida cotidiana, para la inmensa mayoría es algo que interesa solo a unos cuantos especialistas, hombres por descontado, que se preguntan por cuestiones tan oscuras como la naturaleza de Dios. Se la considera una disciplina difícil, enrevesada, lejana de nuestras vidas. Por otro lado, el término “feminismo” por nuestras latitudes provoca aún un cierto recelo por su dimensión reivindicativa. Cierto, el feminismo reivindica, es decir, pide un derecho que le pertenece al colectivo que defiende: la mitad de la humanidad, silenciada y desdeñada por siglos de opresión y limitaciones en sus derechos. Esta reivindicación, por lo que estaba en juego, no ha sido pacífica y ha tenido también episodios dramáticos, como las movilizaciones que reivindicaban el derecho al voto femenino en los años 20 del siglo pasado en Inglaterra, evocados por la película Sufragistas. A pesar de ser fundamental para la evolución de la consciencia social colectiva, el movimiento feminista ha llegado a ser objeto incluso de ridiculización en nombre de la actual “igualdad de oportunidades”, pero no podemos negar que esta “igualdad” muy a menudo es solo aparente.
Superar los estereotipos nos ayuda a entender que la relación teología-feminismo puede ser enormemente fructífera, ya que la unión de estas dos realidades aparentemente hostiles entre ellas puede dar juego a miradas innovadoras para nuestra vida, tanto personal como colectiva, tanto espiritual como social. Si entendemos la teología como una reflexión que plantea preguntas sobre cuestiones presentes desde siempre en cada persona; si entendemos que intenta dar respuestas proponiendo modelos y metáforas para hablar un lenguaje entendedor de la realidad de Dios y de su relación con el mundo... entonces entenderemos que esta reflexión ha de incluir – activamente y pasivamente – a todo el mundo, también a aquella mitad de la humanidad que durante siglos no ha tenido voz. Dando espacio a nuevas preguntas y nuevas respuestas.
Cuando tratamos un tema, partimos siempre de una pregunta. El “cómo” se formula la pregunta condiciona el “cómo” se da la respuesta. Y las preguntas se hacen, o no, en relación al contexto socio-cultural en el que uno/a está inmerso/a. Durante siglos, la teología – concebida, elaborada y expresada desde un punto de vista masculino- se ha desentendido de las cuestiones que conciernen la experiencia de las mujeres; pero hoy emerge de una manera imperiosa la necesidad de formular nuevas reflexiones que saquen a la luz la problemática y el compromiso con un ámbito de experiencia hasta ahora silenciado, el de las mujeres. Ya que la teología es una construcción que surge de la creatividad y la responsabilidad ejercidas en un contexto determinado, es siempre parcial, no universal, diversificada, plural; surge de contextos particulares y tiene que medirse con estos mismos contextos. En este sentido, la posible conexión de la teología con el feminismo aparece mucho más evidente, y también más necesaria.
La teología cristiana feminista (TF) considera que durante siglos la teología ha sido formulada desde una perspectiva exclusivamente masculina; por eso la estimula a superar este límite, porque la realidad de Dios, que no es ni hombre ni mujer, se pueda expresar de formas más inclusivas, en las que todos los seres humanos se puedan reconocer. Dice la teóloga Elizabeth Johnson: “La teología cristiana feminista es la reflexión sobre Dios y sobre todos los seres a la luz de Dios; una reflexión que valora explícitamente la genuina humanidad de las mujeres al tiempo que denuncia y critica su persistente violación a través del sexismo, paradigma omnipresente de relaciones injustas”[1]. Así pues, la intención de la TF es buscar, a la luz de la Escritura y la Tradición, una forma alternativa de ordenar nuestra realidad y nuestro mundo para que sea menos perjudicial para los seres humanos, la naturaleza y finalmente toda la creación. Con palabras de la teóloga Mª. Amparo Huguet: “La finalidad práctica de la teología feminista radica en que sean borradas todas las situaciones de discriminación, para lograr la igualdad”[2]. Es evidente, pues, la filiación de la TF de la Teología de la Liberación.
Los ejes fundamentales de la TF son: a) hermenéutica de la sospecha –se cuestiona la comprensión de la realidad centrada en el varón como norma de la verdadera humanidad[3]; b) opción por relaciones mutuas en vez de relaciones jerárquicas –circularidad e interdependencia son los paradigmas interpretativos de la realidad–; c) énfasis en la experiencia –“no una experiencia individual aislada y subjetiva, sino una experiencia comprendida en un grupo, en una situación cultural”[4].
[1] E. A. Johnson, La que es. El misterio de Dios en el discurso feminista, Barcelona: Herder 2002, p. 24.
[2] M.ª A. Huguet, Hacia una comprensión de la teología feminista [en línia], <https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/5696/1/M%C2%AA%20AMPARO%20HUGUET… gener 2022].
[3] «…redescubrir y reinterpretar tradiciones sobre las mujeres, así como desenmascarar traducciones e interpretaciones sexistas y androcéntricas; recuperar el lenguaje, las metáforas y las imágenes femeninas sobre Dios», C. Bernabé, Biblia, en M. Navarro Puerto, Diez mujeres escriben teología, Estella: Editorial Verbo Divino 1993, p. 31 (citat en M.ª A. Huguet, Hacia una comprensión..., p. 108).
[4] «Se parte de su experiencia, a fin de establecer qué puede entenderse como Escritura, o a qué se le puede reconocer autoridad. Nunca podrán tener valor de revelación aquellos textos o tradiciones que sean opresivos para las mujeres. Si se proclaman como palabra de Dios textos opresivos, se está proclamando a Dios como un Dios de opresión y deshumanización. Sólo se pueden proclamar como palabra de Dios aquellos textos y tradiciones que intenten acabar con las relaciones de dominio y explotación», C. Bernabé, Biblia, en Diez mujeres..., p. 28.