Jesús, autoridad e Iglesia
El pasado mes de mayo, en la Escuela de Teología del Maresme (Mataró) e invitada por el director y buen amigo mío, Josep Maria Solà, hablé de "Jesús, autoridad, Iglesia" presentando el contenido del pequeño libro (138 pp.) Christ's Idea of Authority in the Church del teólogo neerlandés John Wijngaards. El autor lo publicó a finales del año pasado, con la intención de fomentar el debate teológico y pastoral sobre la cuestión de la reforma estructural profunda en la Iglesia. El formato de la obra es muy pedagógico -con preguntas al final de cada capítulo- y nada académico, a pesar de abordar temas teológicamente profundos, como el sensus fidei o el sacerdocio universal. Y, algo nada irrelevante, el tono no es agrio ni apocalíptico, sino respetuoso, a pesar de la crítica que Wijngaards no deja de hacer a las estructuras eclesiásticas y más allá de ellas. Nada sorprendente, dado que, como es bien sabido, es un gran defensor de la ordenación, diaconal y presbiteral, de las mujeres en la Iglesia católica, llegando a renunciar (1998) él mismo al ministerio presbiteral y a las muchas responsabilidades que tenía en su congregación, los Misioneros de Mill Hill. En 1999 creó la web https://womenpriests.org/, la biblioteca en línea más grande del mundo en cuanto a documentos sobre la ordenación de las mujeres, que se pueden consultar en más de 20 idiomas. Desde 2005, lo que nació como el Centre for Faith Formation se ha convertido en el Wijngaards Institute for Catholic Research, una especie de think tank teológico sobre las cuestiones importantes que necesitan una reforma en la Iglesia Católica.
Dicho esto para contextualizar obra y autor, resumiré a grandes rasgos el contenido del libro, dirigido, en primer lugar, a "todos los hombres y todas las mujeres que ejercen un ministerio en la Iglesia católica y en otras Iglesias", y también a todo el mundo que trabaje por el "bienestar de los creyentes" (¡periodistas incluidos!).
El planteamiento es el siguiente: "La autoridad en la Iglesia que Jesús dio puede, de formas muy sorprendentes, dar vida a toda persona creyente. Quiero que todos/todas nosotros reflexionemos sobre cómo se ejerce hoy la autoridad en la Iglesia, con el fin de desenmascarar lo que se ha acumulado y redescubrir lo que Jesús tenía en mente". Cada capítulo comienza con una o más citas evangélicas relacionadas con el tema a tratar. Y a continuación, nada mejor que una anécdota vivida personalmente por el autor, que pone de manifiesto la deficiencia, e incluso el abuso respecto a la intención originaria de Jesús. Los 28 capítulos están organizados según una progresión: desde el "poder de/para" (8 caps.), a la "autoridad de" (6 caps.), al "no" –"no a una superior dignidad" (del clérigo), "no a la inmunidad ante la ley", "no a los sermones que no dicen nada", etc.- (7 caps.), para concluir con las propuestas de "reforma de la autoridad" (7 caps.).
¿Poder para qué?, se pregunta Wijngaards. Para predicar el amor, no inculcar miedo; para liberar, no esclavizar; para curar, no infligir heridas; para servir, no dominar.
¿Y la autoridad, qué es? Capacidad de liderazgo, es decir: habilidad para mantener buenas relaciones humanas; talento especial en comprender las necesidades del grupo; madurez de carácter; sentido de responsabilidad.
De entre los 7 "poderes de/para", destacaré, en primer lugar, el conocido poder de las llaves (Mt 16,18). En la Roma imperial y en la edad media, la autoridad dada por Jesús a Pedro fue interpretada como el poder del "emperador" de la comunidad cristiana. Pero, en tiempos de Jesús no eran los emperadores/reyes/gobernadores quienes tenían las llaves, sino los funcionarios reales; por tanto, la interpretación jerárquica y fisicista -la Iglesia vista como estructura y no como realidad espiritual- no responde a lo que Jesús quería significar: el "poder de las llaves" que recibe Pedro es el poder de abrir a la ekklesia las "puertas" del conocimiento de la Buena Nueva; la indignación de Jesús contra los maestros de la Ley nos ayuda a entenderlo: "¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que retenéis la llave del conocimiento de Dios: vosotros no habéis entrado y habéis cerrado la puerta a los que querían entrar!" (Lc 11,52).
En cuanto a otros poderes: el poder para anunciar el Reino de Dios, poder que cura, purifica, "expulsa demonios" (Mt 10,8); el poder de atar y desatar, poder "peligroso" dice Wijngaards, porque es el poder de permitir o de prohibir, y en la historia "papas y obispos han cometido errores colosales, como en el caso de la esclavitud", justificado con la Escritura. Más "poderes liberadores": el poder de salvar vidas -que significa que los ministros deben buscar la relación más cercana posible con la gente, escuchar su historia personal y ayudarla a resolver sus problemas; el poder de expulsar los demonios (mentales), demonios que hoy tienen el rostro de la culpabilidad, la ansiedad, la baja autoestima, la depresión, y para los cuales una buena herramienta puede ser el counselling, el acompañamiento especializado, en que la psicología (psique) y la espiritualidad (espíritu) van de la mano.
En cuanto a la "autoridad de", Wijngaards señala, primera de todas, la autoridad de las mujeres: la referencia de la Escritura que da entrada al capítulo es el relato de Pablo de la institución de la Eucaristía (1Co 11,24-25), a la que sigue la reflexión sobre la no-razón histórica de la exclusión de las mujeres del presbiterado, a partir de la pregunta: "¿los jefes de la Iglesia, han olvidado las verdaderas raíces históricas de la exclusión?". La referencia es, obviamente, la concepción de la mujer en S. Tomás. Otros tipos de autoridad: la autoridad de los profetas, la autoridad de la comunidad, la autoridad del sensus fidelium.
Ciertamente, las páginas más severas respecto de la jerarquía y del clero en general, son las del "no", que comienzan con el "no (a la) inmunidad ante la ley secular" y donde la reflexión se centra en la "política" de silencio e impunidad por parte de la jerarquía hacia los sacerdotes pederastas. Otro "no" interesante es el "no" a los sermones de corta duración, para salir del paso: lo que hace falta hoy es la capacidad de interrogar a la razón, dialogar con la ciencia, hacer hablar los evangelios con el lenguaje de hoy... y el momento del sermón puede ser una muy buena oportunidad, en lugar de recurrir, por comodidad, a repetir palabra por palabra las lecturas.
Y llegamos a la última parte, la de la "reforma de la autoridad". Algunos de los principios que según Wijngaards deberían incorporarse al Derecho Canónico y a la praxis pastoral son estos:
- Ordenación femenina: levantamiento de la prohibición, con un primer paso restaurando el diaconado ordenado.
- Ministros: sujetos a la ley civil; deben responder ante la comunidad de su gestión institucional.
- Reformas: implementación urgente, con posibles variaciones según los países y las culturas.
- Teólogos/teólogas: libertad de investigación y de expresión.
- Sensus fidei / voces proféticas: escucha profunda por parte de la jerarquía.
- Moral: la "liberación de la ley propia" del Cristianismo no debe ser cuestionada por la imposición de obligaciones morales a través de leyes eclesiásticas.
- Feligreses: posibilidad de ejercer funciones sacramentales (confesar o presidir la Eucaristía) en ausencia de ministros ordenados. Participación activa en las decisiones que afectan a la comunidad (consejos diocesanos/parroquiales).
- Ministerio presbiteral: centrado en el cuidado pastoral (visitar a los feligreses en su casa, o en el hospital); atención especial a las personas con problemas de salud mental (culpa, ansiedad, depresión). Importancia del sermón dominical: no un comentario piadoso, sino una reflexión que ayude a la integración de la fe en un mundo tan complejo. Relación también con las personas creyentes de un conservadurismo extremo, para evitar que queden totalmente aisladas.
- Obispos: reducir drásticamente toda pompa jerárquica; no deben considerarse seres superiores. Velar por las finanzas de la diócesis, más que por la ostentación de su cargo.
Y, como conclusión: "Jesús quiere que los ministros en la Iglesia tengan el valor de actualizar las 'doctrinas' y las praxis que nuestro tiempo necesita. El Espíritu les dará la fuerza para implementar las reformas necesarias". Adelante con esperanza.