Testamento de Job. Hacia una religiosidad más humana
El Testamento de Job es una obra intertestamentaria judía del siglo I a.C., según la mayoría de los autores, probablemente escrita en griego, inspirada en el Job bíblico (LXX Job) con ampliaciones y digresiones narrativas, y con afinidades con el libro de Tobit. Quiere ser una catequesis dirigida a los judíos de la diáspora.
Describe cómo el sufrimiento en todos los niveles invade el cuerpo, el alma y toda la vida de Job, pero a pesar de todo, él se mantiene fiel a su Dios. Su deseo es conocer al Dios verdadero, ya que él proviene del paganismo (hijo de Esaú y poderoso, rico y sabio rey de Egipto). La obra muestra un gran interés por el valor salvífico del conocimiento: se trata de la posibilidad de testimoniar el contenido de la fe: la práctica de la caridad (la limosna) y las obras de misericordia no solo con los vivos, sino también con los difuntos. Job es, pues, un buen ejemplo de caridad con el prójimo (hay que recurrir a algunos de los "Testamentos de los Doce Patriarcas" para encontrar un amor al prójimo, como el de Testamento de Job). La narración se orienta hacia una religiosidad más auténtica, más humana, lejos de los conceptos dogmáticos y doctrinales que colapsan una apertura libre hacia Dios. Job es un luchador, lúcido, sabe qué quiere y qué significa ser servidor de Dios. Su piedad se sostiene en dos ramas principales: la oración, con sacrificios de alabanza y reparación por los pecados de los demás, y la práctica del bien. Esta práctica del bien convive con el conocimiento de realidades superiores que le es revelado a través de una visión: se trata del valor salvífico del conocimiento, como se ha dicho anteriormente.
Como el Job bíblico, recupera los bienes y puede seguir ayudando a los pobres. Exhorta a sus hijos a no dejar de hacer el bien a quienes más lo necesitan. El Dios de Job, llamado "Padre de los cielos" sin que se vea como una intrusión cristiana, nada sucede sin su voluntad, es único, justo, imparcial, verdadero, creador, providente: este Job no lo cuestiona, como sí hace el Job bíblico; no recrimina la actitud de los amigos, modelo de caridad (sobre todo, caps. X-XII) que se inspira en Jb 31. La simplicidad y la hospitalidad, dos cualidades que le acompañan. Cabe destacar la prevalencia de la mujer en una época en la que no se la tenía en cuenta: a las hijas les deja en herencia bienes del cielo (un cinturón con el que serán llevadas a contemplar y vivir el mundo celestial), a los hijos bienes materiales.
La religiosidad de Job, condimentada con cierto misticismo visionario, se puede dibujar en tres ejes: la praxis, que en él se explicita en una constante generosidad hacia los pobres y más débiles a pesar del mal humor que tal actitud despertaba en su entorno: en la literatura intertestamentaria el “olvido” de los pobres y débiles es visto como una impiedad, similar al Antiguo Testamento; la persistente alabanza hacia su Dios a pesar del despojo al que lo somete Satanás camuflado de diversos personajes: mendigo, aguador, rey de los persas, panadero (representa la diversidad de formas del mal); el coraje (firmeza) perseverante, reconoce su desgracia como proveniente de Dios, pero su curación también está en sus manos: no es resignación, es lúcida aceptación de la limitación y debilidad humana en manos de la Divinidad que trasciende y no podemos medir. Abraham es un buscador de tierra, Testamento de Job es un buscador del Dios verdadero; curiosamente, el personaje de origen pagano de uno de los pueblos más odiados por Israel, similar al Job bíblico.
Pocas palabras para resaltar la actualidad de Testamento de Job. Se pueden destacar varios aspectos, solo menciono uno: de manera muy explícita, los capítulos X-XII son una sacudida a la conciencia de cualquier ciudadano del mundo: “En mi casa tenía treinta mesas preparadas, dispuestas en todo momento, solo para los forasteros...”, X, 1ss. Más allá de las creencias y pertenencias, el compromiso y la responsabilidad humana llaman a cuidar de la humanidad que sufre, individualmente y colectivamente. Pero si uno se reconoce en la línea de este Job, en busca del Dios verdadero, esta responsabilidad humana se convierte en una exigencia porque este Dios se da a conocer y se oculta en el derecho y la “necesidad” del otro.