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Soledades

Anna-Bel Carbonell Rios

A menudo envidiamos aquellas personas que tienen el don de ser unas verdaderas relaciones públicas y que, además, tienen aparentemente muchas personas amigas y conocidas. De entrada se diría, pues, que no saben qué es la soledad, pero en realidad no es así.

El ser humano está lleno de soledades, siquiera en medio del mejor grupo de amigos desaparecen, porque muchas de estas soledades son inherentes a la persona y quizás no se tienen que ignorar dado que nos constituyen y forman parte de nuestra idiosincrasia, son inevitables y nos hacen crecer. Tenemos que educar a nuestros niños y jóvenes en la investigación de espacios de soledad y silencio. Esto les ayudará de adultos a vivir en plenitud su ser. Hablamos de soledad, que no aislamiento. De aquella soledad necesaria para hacer el camino de la vida, para encontrar el propio sentido e ir trazando el recorrido.

La soledad del que tiene que tomar una decisión importante, incluso vital, y que sólo él puede tomar.

La soledad de quien hace un largo viaje y, a pesar de ir acompañado, lo vive de una manera especial, porque cada cual disfruta, se emociona y se encanta según su particular manera de ser.

La soledad de quien está enfermo y vive momentos de desazón, de incertidumbre.. que no siempre pueden ser acompañados.

La soledad de quien sencillamente vive su día a día con discreción, sin llamar la atención, compartiéndolo con quiénes encuentra a su paso... sin aferrarse ni hacerlos dependientes.

La soledad de quien vive la vida a otro ritmo, sin tanto ruido ni luces que ciegan.

La soledat querida de quien ruega y se adentra en su interior, de quien vacía la mente para encontrarse y para encontrar Dios. Hacer experiencia de soledad. De soledad... libremente escogida.

Cómo decía en Jordi Llimona: “La soledad es positiva cuando libera estorbos y ayuda que uno encuentre su espíritu o el espíritu de los otros ... la soledad que conduce a la vida....espacios de soledad que son como una brisa reconfortante.“