Pensar en nuevos espacios de evangelitzación implica repensar cómo tienen que ser los espacios de las iglesias'
Desde la publicación de la carta apostólica Ubicumque te semprer (Benet XVI. 2010), la Nueva Evangelitzación ha acontecido un vector fuerza de la actividad eclesial, confirmada por la creación de un dicasterio al Vaticano, la dedicación del XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos bajo el título “La Nueva Evangelitzación por la transmisión de la fe cristiana” (2012) y la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (Francisco, 2013).
Poniendo en diálogo las referencias magisteriales con la reflexión arquitectónica, podemos afirmar que la tarea del arquitecto en perspectiva evangelitzadora es la de acompañar un proceso comunitario, más que ofrecer soluciones en solitario, puesto que es la misma Iglesia la que evangeliza y no se puede pensar en un proyecto arquitectónico religioso que se valga por sí mismo, como una pieza técnica diseñada al despacho que se injerta indiferentemente a la dinámica eclesial.
Efectivamente, la Nueva Evangelización requiere ámbitos que faciliten el encuentro personal con Cristo. De entrada, este encuentro se da con la encarnación de Cristo en la comunidad de creyentes contemporánea, puesto que ellos son las piedras vivas (1Pe 2,5) que dan forma al espacio buscado. Las iglesias, de hecho, son una concreción material del cuerpo de la Iglesia y el mismo término eclesia indica una asamblea en la cual queda patente la unidad pero también la autoridad de Aquel que la convoca. Así pues, pensar en nuevos espacios de evangelización implica repensar cómo tienen que ser los espacios de las iglesias y esto comporta un profundo estudio de la actividad litúrgica, que es su motor funcional. (EG 73, 137-138)
Por otro lado, la actividad litúrgica no agota toda la capacidad evangelizadora. Los conjuntos y espacios parroquiales también son susceptibles de comunicar la buena noticia, ya sea por su implantación en la trama urbana de las grandes ciudades como su propia distribución interna. También son espacios de evangelización un campanario, un despacho parroquial, unas aulas de catequesis, un patio o las salas donde se desarrolla la actividad de Càritas Diocesana, por poner algunos ejemplos, y a veces no se han tenido bastante en cuenta porque han sido reducidos técnicamente a sus aspectos más funcionales.
Además de la vida de la iglesia parroquial, nos encontramos también con otros equipamientos que resultarían de la propia actividad de la iglesia local, como los seminarios, los centros de estudios teológicos, museos diocesanos o los centros de pastoral específicos, así como las tareas realizadas por parte de las congregaciones religiosas, especialmente en el campo educativo y social. Todos estos espacios institucionales tienen que ser vistos como activos evangelizadores y no sólo como productos de la evangelización, puesto que una malsana concepción esclerótica del patrimonio arquitectónico enmudece el corazón que los hizo nacer.
Hasta aquí todo parecería apuntar a una renovación de espacios y equipamientos ya conocidos, pero la nueva evangelización pide más porque, así como todos estos espacios citados han ido surgiendo como respuesta creyente a los retos de un tiempo determinado, también hoy los arquitectos tienen que ayudar a la comunidad a gestar nuevos espacios para comunicar la fe a la compleja sociedad actual marcada por el hecho urbano, el pluralismo, la movilidad, el mercado o los nuevos espacios virtuales ofrecidos por las tecnologías de la información y la comunicación. Ejemplos de esta nueva investigación serían las capillas en aeropuertos u otros lugares de tránsito; espacios de silencio a la ciudad; presencia religiosa en grandes superficies comerciales o equipamientos deportivos; lugares para el diálogo con la cultura, la ciencia, la justicia u otras religiones; manifestaciones religiosas populares en el espacio público, etc.
Para más información se recomienda la lectura del libro ARAN, @E. (2015) Ámbitos de revelación. Arquitectura y Nueva Evangelización (Barcelona: CPL)