Pascua Florida o Pascua de Resurección
La Pascua Florida o Pascua de Resurrección es la fiesta más importante que celebramos los cristianos. Aun así, hoy estamos lejos de la situación en la que nació y no siempre se ha celebrado como lo hacemos ahora. Sin duda alguna, conocer su origen nos ayuda a comprender el profundo significado liberador.
En un inicio, la Pascua era sólo un ritual de pastores nómadas que se celebraba la noche de luna llena del primer mes de la primavera, sin templo ni sacerdotes. El sacrificio de los animales se realizaba para obtener la fecundidad y prosperidad del ganado. Israel, que había sido un pueblo seminómada, también celebraba esta fiesta de origen preisraelita (Ex 12,1-14).
La fiesta de los Ázimos era una fiesta agrícola de Caná que duraba siete días y se celebraba al día siguiente de la celebración de la Pascua (Lv 23, 5-6). Durante toda la semana sólo se podía comer el pan sin la levadura. El hecho de que se celebrara al día siguiente de la Pascua y que en las dos fiestas se comiera pan sin levadura, favoreció que en Israel se unieran en una sola fiesta (Ez 45, 21).
Ahora bien, el Dios de Israel es un Dios que interviene en la historia de la humanidad y el pueblo de Israel vivía su historia como la historia del plan salvífico de Dios. Por eso no es de extrañar que si en un inicio la Pascua estaba relacionada con la salida de los pastores al sitio de pasto de verano, con el tiempo se convirtiera en una acción de gracias para la liberación y salida de Egipto (Ex 12,17-18).
En tiempo de Jesús, los cabezas de familia iban al tempo con un cordero para inmolarlo. En casa, las mujeres preparaban unas galletas sin levadura, y unas “hierbas amargas” para la cena pascual. En esta cena era de rigor tener cuatro copas de vino, cantar salmos (Sl 115-118) y memorar la liberación de Egipto: el niño más pequeño de la casa pregunta ¿por qué esta noche es diferente a todas las otras?, y el padre explica que es para recordar las intervenciones de Dios en favor de su pueblo, poniendo énfasis en la liberación de Egipto.
Ahora también celebramos la noche de Pascua desde las dos vertientes. Por un lado, la litúrgica. En el templo, con toda la comunidad celebramos la última cena de Jesús, el memorial (1 Co 11, 23-26) del acto definitivo de salvación de Dios, el nacimiento de un tiempo nuevo donde se celebra la liberación de toda la humanidad para la donación de Jesús. De la otra, en la vida de cada día, marchando por las plazas y diciendo todo lo que hemos visto, vivimos esta liberación como el paso hacia un mundo nuevo de paz. Una paz basada en la solidaridad y el compartir (Mc 6, 30 - 44).