La permanencia de los mitos
Francesc-Xavier Marín, profesor en Diploma en Mitología y Simbología
Cada Sociedad humana, en la complejidad de su hora y aquí concretos, mitifica unas realidades para que, a través de su simbolización, destaquen por encima de otras. Mitificar no es más que una estrategia para otorgar relieve, es decir, para indicar que unas realidades en concreto quedan investidas de una dimensión que las hace sobresalir. Por esto, es legítimo conferir el retrato de una Sociedad Bueno, y analizando sus mitos, subrayando sus símbolos como una señal de sus aspiraciones y valores.
El hecho de que cada Sociedad lleve a cabo este proceso en cada ahora y aquí determinados hace que las realidades mitificadas sean variables en función de todo tipo de intereses, preocupaciones y modos. Por esto (por bien que sea de gran importancia) lo más relevante no son tanto las situaciones concretas que se mitifican como el hecho de constatar que el ser humano no sabe vivir sin mitificaciones. Evidentemente, también los hay que mitifican dimensiones que otros consideran insignificantes (el futbol, las series televisivas, personajes famosos...) de acuerdo con la dialéctica entre idolatría e iconoclastia. Pero el hecho relevante es la lógica que fundamenta nuestros mitos. Así, puede mitificarse el concepto de progreso como expresión de la voluntad de proyectarse al futuro, o mitificar la salud como visibilización de una Sociedad que quiere preocuparse por la dimensión terapéutica, o, aún, mitificar la militancia como declaración del valor que se concedí al compromiso social. La Revolución Francesa mitificó los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad; la ONU utilizó con nociones como Derechos Humanos; las ONGs han mitificado idees como Desarrollo. En este sentido, prácticamente todo es potencialmente mitificable: la lentitud para aquellos que se lamentan de vivir en un mundo acelerado, el hecho de estar conectados para que aquellos que rehúyen la soledad, el decrecimiento para los que protestan contra las prácticas que ponen en riesgo la sostenibilidad del planeta, la sencillez para aquellos que creen que han creado unos sistemas que premian el orgullo narcisista, el silencio para aquellos que dan la espalda a entornos demasiado ruidosos.
Desde hace medio siglo, se constata un interés inesperado por los mitos. Si la lógica dominante desde Platón incidía en una secuencia evolucionista según la que hemos de pasar de lo mítico a lo lógico, hoy muchos destacan que no hay oposición sino concordancia entre ser míticos y racionales, entre la mítica y la historia. Lluís Duch (que estudio a fondo esta temática) encunó la expresión logo mítica para indicar que la capacidad expresiva del ser humano no se agota en la conceptualización sino que se expande hacia la simbolización, porque no vivimos solo de definiciones sino, sobretodo, de representaciones e interpretaciones.