Homenaje Lluís Duch
El sábado 10 de noviembre moría Lluís Duch. Nacido en el barrio de Gracia de Barcelona, abandonó los estudios de química para ingresar en 1961 en Monserrat y ser ordenado presbítero en 1969. Duch conformó entonces la voluntad de construir una teología que comportara una apologética de lo humano. La lectura de Barth, Bultmann y Tillich lo llevan a interesarse por una teología de raíz antropológica. Los estudios en Munich con Blumenberg y a Tubinga con Bloch, Moltmann, Jüngel, Küng y Kasper se plasman en una tesis doctoral sobre las ciencias de la religión y el mito. De vuelta a Cataluña, no encontró un encaje fácil en las instituciones teológicas del momento. En este sentido, Duch fue un personaje periférico que generaba incomodidades intelectuales por sus criterios, la metodología, las filies y las fobias. Es bastante conocida su enorme capacidad en el momento de argumentar y legitimar los propios puntos de vista, así como la contundencia (no falta de un punto de dureza) de sus críticas. Providencialmente, esta marginalidad le abrió puertas a Instituciones donde impartió su maestría a un alumnado no necesariamente interesado por la religión (Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB, Instituto del Teatro de la Diputación de Barcelona, Universidad Autónoma de Méjico)
Duch siempre se sintió familiarizado con la perspectiva que ofrecen las ciencias de la religión. Su confrontación con la fenomenología, la hermenéutica de Schleiermacher, la teología protestante y la ingente obra de Mircea Eliade se plasmó en una serie de publicaciones con una perspectiva entonces renovadora inspirada en la tensión entre la estructura y la historia de las religiones (Ciencia de la religión y mito, 1974; Historia y estructuras religiosas, 1978; La experiencia religiosa en el contexto de la cultura contemporánea, 1979; Religió i món modern, 1984; Transparència del món i capacitat sacramental, 1988). En un segon moment, Lluís Duch se centra en l’elaboració d’un logomítica focalitzada en l’anàlisi de la crisi gramatical, la relació entre paraula i pensament, i la dimensió soteriològica de les mediacions religioses (Mite i cultura, 1995; Mite i interpretació, 1996). Esta base le servirá de fundamento para iniciar una tercera etapa donde reflexionará sobre las estructuras de acogida y la dialéctica entre tradición y transmisión. Esta época empieza el 1997 con la educación y la crisis de la Modernidad y culmina a partir de 2002 con los imponentes 6 volúmenes de Antropología de la vida cotidiana. Por el conjunto de su obra, la Generalitat de Catalunya le concedió la Creu de Sant Jordi.
Duch deja su maestría sobre el polifacetismo del lenguaje humano, la trascendencia de la dimensión comunicativa y comunitaria del ser humano, la perspectiva de la ética de la pablara de la hermenéutica del deseo. La predicción antropológica que elaboró los últimos años le proporcionaron una notoriedad que, en un cierto pinto, le incomodaba. Con un motivo de sui 75 aniversario y de los 50 años de vida monástica, la editorial Fragmente publicó una aproximación a si pensamiento (Emparaular el món, 2011) y, el 2014, Elies Ferrer defendió en la Universidad de Girona la primera tesis doctoral sobre la obra duchiana (la centralidad del lenguaje en la antropología de Lluis Duch). Quedan por estudiar, de todos modos, sus publicaciones en Qüestions de Vida Crtistiana. Serra d’Or y Studia Monastica, así como una notable colección de libros de espiritualidad y pastoral: Mort i esperança (1975), Esperança cristiana i esforç humà (1976), Pregar en temps de crisi (1988), Si avui escolteu la seva veu (1991), Memòria dels sants (1992), Simfonia inacabada (1994), De Jerusalem a Jericó (1994), Reflexions sobre el futur del cristianisme (1997), Jesucrist el nostre contemporani (2001), Un extraño en nuestra casa (2007), La crisis de la transmisión de la fe (2008), El peregrinatge com a viatge (2010). Alguien tendría que estidoar, también, sis brillantes introducciones a las traducciones catalanes de Luter, Müntzer, Schleiermacher, Buber, Silesius, Bonhoeffer i Schönberg. El mejor homenaje que se le puede hacer será leer su libro póstumo (salida del laberinto) que aparecerá publicado a finales de este año.