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El Dr. Gabriel Magalhaes pronunciará la lección inaugural del curso 2015-16

27 d'octubre 2015
Lucia Montobbio (Comunicació - Iscreb)

Por favor preséntese brevemente

Soy profesor de literatura en la Universidad de Beira Interior (Covilhã, Portugal). Humanamente, puedo considerarme un centauro ibérico: portugués de nacionalidad, pero con muchos años de mi vida pasados en varios lugares de la geografía española. He publicado cuatro novelas: “Não Tenhas Medo do Escuro” (2009), “Planície de Espelhos” (2010), “Madrugada na Tua Alma” (2011) y “Restaurante Canibal” (2014). De forma que pertenezco a esa estirpe de agentes dobles de la enseñanza que también son escritores. Entre mis libros, se cuentan dos ensayos: “Los secretos de Portugal” (2012: escrito en castellano) y “Como Sobreviver a Portugal” (2014). Y hay, además, una obra a la que le tengo un cariño especial: “Espelho Meu” (2013), un conjunto de reflexiones sobre los Evangelios. Este texto se ha traducido al italiano y se prepara la traducción catalana. Colaboro en “La Vanguardia”. Estoy casado y soy padre de una niña.

 

Será el próximo ponente de la lección inaugural del ISCREB, hablará de literatura y de Dios. ¿Puede explicar qué conexión existe entre ellos dos?. 

En primer lugar, existe una curiosa intimidad entre lo verbal y lo divino. Lo vemos con claridad en San Juan: todo empieza con el Verbo. En el Génesis, por otra parte, se subraya que el mundo nace de las palabras del Señor. Reflexionar sobre materias espirituales conlleva, tarde o temprano, meditar sobre el lenguaje. Porque, en los países del alma, los idiomas no son sólo una herramienta de comunicación, sino un modo de Creación: el cemento con el cual se edifica la realidad. De hecho, las palabras no nacen de las cosas; son las cosas que nacen de las palabras.

Eso que llamamos literatura es un uso laico de este poder divino del lenguaje. Son muchos los escritores que han viajado hacia Dios montados en sus obras. Y esto ocurre incluso con los que, a lo largo de su recorrido, se han encontrado con el diablo, como le pasó a Baudelaire. No obstante, también existen autores que han hecho de sus escritos un itinerario de claridades: San Agustín, Santa Teresa, San Juan de la Cruz. Y muchos más, que han construido catedrales de palabras, a veces desconocidas por los creyentes.

Por último, es curioso notar que esos fogonazos de verdades que son los Evangelios no pueden ser considerados literatura. Esta busca la verdad, la belleza, mientras que el Nuevo Testamento es en sí mismo esa verdad, esa belleza. Una verdad y una belleza que surgen ante nosotros con la limpia simplicidad de las cosas naturales. La lección inaugural, en la que todavía estoy trabajando, tratará todos estos temas. 

 

¿Por qué ha escogido este tema, cuál es el interés que puede despertar en la audiencia?

Es muy importante que volvamos a relacionar los mundos del arte, de la ciencia, de la filosofía con la esfera de la espiritualidad. Recientemente he ojeado “Los principios matemáticos de filosofía natural”, de Isaac Newton. Este libro me ha emocionado profundamente: el mayor rigor científico se aúna con una gran sensibilidad religiosa. En Occidente, seríamos mucho más felices si articuláramos las grandes dimensiones de la cultura con los caminos del Espíritu. Nuestra ciencia sería más eficaz y más humana, nuestra filosofía más rica y luminosa, y nuestra creación artística mucho más bella y profunda. Al tratar este tema, pretendo reconstruir la conexión entre lo religioso y lo literario, algo que puede ser realmente útil.

 

¿Qué tres libros nos recomendaría leer?

Para empezar, como estamos celebrando el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa, les sugeriría la lectura del “Libro de la vida” o de “Las moradas”. Son obras extraordinarias, muy vivas, escritas en un lenguaje hablado, espontáneo, que las transporta fácilmente hasta nuestros días. Uno empieza leyendo a Teresa, y termina la obra charlando con la santa.

Pero, como también, en ciertos momentos, pedimos lecturas un poco más leves, les recomiendo una excelente novela policíaca de Petros Márkaris: “Con el agua al cuello”. Un libro que nos ayuda muchísimo a entender la actual situación griega. El autor es helénico y, a veces, como ocurre en este caso, la novela negra puede funcionar como una magnífica radiografía de determinados problemas sociales.

Para acabar, una obra conmovedora de John Williams, “Stoner”: un libro sobre lo hermosa que puede ser la enseñanza de la literatura. Y que también se ocupa del modo cómo la felicidad y la desdicha se mezclan en nuestras vidas. Se trata de una novela aún poco conocida y, sin embargo, excelente. Su lectura nos deja con una sonrisa en la cara y lágrimas bailando en la mirada.

 

Cuando leemos, ¿lo hacemos por placer intelectual o con ánimo de transformar la realidad?

Las dos cosas se mezclan. Abrir un libro implica viajar hacia otra realidad, que es la que está en aquellas páginas y siempre difiere un poco de lo que hay en el mundo concreto. Por eso, leer siempre es un gesto revolucionario. Claro que estos nuevos horizontes primero surgen en nuestra mente, pero después hay que proyectarlos en la esfera de lo que existe. El futuro siempre se construye con libros que han logrado infiltrarse en la realidad. El placer intelectual del que usted habla deriva hacia otro placer: el de vivir lo que se ha leído. Entre los libros y el mundo hay muchos puentes: puentes quijotescos, pero también otros que permiten recorridos razonables, positivos, que hacen más felices a los hombres.

 

¿Desea añadir algo más a esta breve entrevista?

El gran reto de Occidente a lo largo de los próximos años será la recuperación de su espiritualidad. Esto es verdad de forma muy particular para Europa. Pero este renacimiento –porque se trata de eso: de un renacimiento– debe hacerse conservando todas las dimensiones de nuestra libertad política y cultural. En realidad, el regreso al alma debe realizarse como un modo de garantizar la dimensión más profunda, más auténtica de estas libertades. Y lo ideal sería que, en este renacimiento, mucha gente participara.