De la Biblia a la Familia
Esta entrada de marzo, ha tenido lugar la Semana de la Familia durante la que se han convocado varios actos para reflexionar en la família y su papel cristiano en la sociedad. El encuentro central fue la conferencia a cargo de la biblista Claustre Soler sobre “La Familia y la Biblia“. La ponencia tuvo lugar en el Seminario Conciliar, precisamente, el viernes 8 de marzo, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer. Es así, que la ponente centró gran parte de su exposición en la mujer a través de las Sagradas Escrituras.
El delegado de Pastoral Familiar, Xavier Padilla introdujo el acto presentando a la ponente y dando la bienvenida a todos los presentes, entre ellos, el obispo auxiliar de Barcelona, Mons. Antoni Vadell.
Desde el Génesis (Gn) hasta los Hechos de los Apóstoles, Claustre Soler repasó los diferentes puntos de vista sobre la familia en la Biblia y, así como, sobre la mujer. Tal y como expuso, “el ser humano en comunión es la imagen y la respuesta a la humanidad de Dios”. Por otra parte, “la diferencia sexual permite la experiencia de la alteridad”, dijo. La relación hombre y mujer, se sitúa en el jardín del Gn. que “es símbolo de la bendición divina, y de la vida íntima y familiar”.
La biblista se detuvo en las diferentes parejas de los relatos patriarcales y antiguos, comenzando con Adán y Sara. Mencionó la entidad propia de las diferentes matriarcas, y destacando como “cada casa y cada pareja es un mundo”. “El papel que juegan las mujeres es clave y no se corresponde a una figura pasiva sino con personalidad“, apuntaba Soler.
Reflexionó sobre el sexo de Dios, que aunque siempre es percibido como hombre, también tiene un “rostro femenino“. Este se percibe a través de adjetivos y rasgos propios con género femenino que se atribuyen a Dios como: ruah (espíritu), rahum (entrañable), hokmah (sabiduría) y Shekinah, que describe a Dios como presencia en medio la comunidad.
En relación a la justicia que aparece en los relatos y que se aplica ante el matrimonio, la ponente describió ciertos aspectos que representaban una injusticia hacia la mujer, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. Sobre todo, en cuanto al repudio, o bien, el delito de calumnia por el que un hombre podía “deshacerse” de la mujer sin muchos impedimentos.
Oseas y la fidelidad
Entre los casos mencionados del Antiguo Testamento, la Biblista se detuvo especialmente en Oseas y su testimonio de fidelidad. De hecho, es el primero que utiliza lenguaje matrimonial para explicar la comunidad de amor entre Dios y su pueblo. Oseas toma por esposa a una prostituta, pero después de algún tiempo, ella lo abandona para seguir su vida anterior. A pesar de esta infidelidad, él seguirá amándola y el amor hacia ella permanecerá intacto. Es esto lo que precisamente hay entre Dios y su pueblo, que a pesar de traicionar-lo Dios lo sigue amando.
“El amor de Dios es más fuerte que la infidelidad y luego nos muestra más fuerte que la ingratitud”, dijo Claustro. “La palabra clave es amar, insistía la biblista-. Es la pasión del Dios enamorado del pueblo y la pasión del Dios, que es padre y madre, y que se manifiesta en los hijos, aunque estos, el pueblo de Israel, no respondan”.
El libro del amor
La gran definición y apología al amor, y su verdadera base la encontramos en “El cántico de los cánticos“. Tal como dijo Soler, “el libro excelencia sobre el amor, por la temática pareja enamorada”. Este expone como “el amor si es amor, sólo puede ser noble y el cuerpo se hace lenguaje representando los sentimientos más profundos”, dijo.
En este sentido, definió como amar implica estimar el cuerpo del otro para que le pertenece a aquel que amas y el amor unifica el conjunto. No se mueven por algo irreflexivo sino que salen al encuentro del otro, de manera que, del yo y del tú deviene el nosotros. Pero, ninguno de los dos puede quedar diluido.
En una pareja, ninguno de los dos es autosuficiente y se puede afirmar que el amor es un placer y una misión porque si no el amor podría no ser otra cosa que un encuentro momentáneo que converge, pero después diverge. Por lo tanto, este libro nos dice que toda la persona es buena y la sexualidad es el regalo del creador de una creación que es responsable.
Nuevo Testamento
Una vez, reseguido el Antiguo Testamento, la ponente entró en el Nuevo, con el nacimiento de Cristo y su sueño de formar una gran familia.
Claustre Soler, de entrada, contextualizó la época de Jesucristo. Una sociedad claramente patriarcal, donde el hombre que no tenía familia era despreciado, ya que, este era el fin para la que habían sido creados. El hombre, en la familia y dentro de casa eran los dueños de la mujer y de los hijos, con potestad para decidir, castigar y hacer a su juicio.
En medio de este escenario llega Jesús, que no se casará, pero sí creará la familia más grande de la historia: la Iglesia. Una familia, donde Dios es descrito a través de los rasgos de Jesús, tanto masculinos como femeninos. En este aspecto la biblista subrayó como Jesús recoge aspectos siempre relacionados con las mujeres, como jugar con los niños, su sensibilidad y la emoción que es capaz de sentir. Así, Jesús presenta un padre no patriarcal, sino todo lo contrario, un padre que es hombre y mujer.
La mujer por igual
“La comunidad de Jesús es familia por delante de todo y comunión entre hombres y mujeres“. En esta línea, aunque en tiempos de Jesús la infravaloración de la mujer era muy grande, Cristo hace una revolución”, exponía Claustre. Él denuncia las leyes injustas hacia la mujer y trata por igual. “Con esta actitud, motivó que la participación de la mujer aumentara y fuera notable en las siguientes generaciones, dándole más autonomía”.
Dos generaciones después, el ascenso de la mujer comenzó a dar una marcha atrás. De este modo, las mujeres vuelven a una postura sumisa y queda restringida a la mera maternidad, aunque, no era esa la voluntad de Jesús“, lamentaba Soler.
Claustre Soler terminó su intervención exhortando las familias presentes en la sala y los responsables de la pastoral, ante el reto de formar y acompañar las parejas. Hombre y mujer por iguales, porque “algo hay que hacer!”, alertaba. Cerró finalmente con la oración del Credo, “la palabra de Dios que hace ser optimista”, concluyó.