Cerrando (en parte) la puerta a las vacaciones
¿Para qué irnos de vacaciones? Las vacaciones consisten en un retorno. Sobre uno mismo, pero también hacia el pasado.
Nosotros, los occidentales, necesitamos este tiempo de vacaciones, este retorno a uno mismo o este viraje hacia atrás, para extraernos el remolino del tiempo, y volver a algo que resulta difícil de definir. Este algo sería como un aliento que echamos de menos en la vida cotidiana, especialmente en las ciudades. El peligro es, por supuesto, hacer de las vacaciones un tipo de espacio prolongado del que experimentamos el resto del tiempo: actividades que saturan, un programa sin pausas ni respiros. Esta tentación es muy comprensible, ya que el salto entre estas dos partes del año puede parecer inmenso.
Y sin embargo, hemos de volver de estas vacaciones. La vuelta puede ser dolorosa, y a veces parece generar un nuevo confinamiento. No obstante, se trata de mantener lo que se ha recogido y transformado en una miel de sabor particular, durante este tiempo. Y tener presentes las verdades sobre uno mismo, la pareja o la familia, recordar las decisiones tomadas, las “buenas” resoluciones. Estas pueden resultar anecdóticas, pero nos dicen que es posible vivir de una manera diferente el fluir del tiempo, como una joya y una creación. Y así, experimentar una intensidad, un comprehender intuitivo de la eterna novedad del mundo.