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Carta pastoral del Card. Omella con motivo del coronavirus

Cardenal Juan José Omella

El coronavirus ha puesto en jaque a nuestro mundo: la economía, la política, la religión, la sanidad pública, las escuelas y universidades, etc. Es como si, de pronto flotásemos en el aire sin pisar tierra firme. Y a todos nos entra una cierta dosis de incertidumbre, de preocupación, de angustia y de miedo, parecida a la que tenían los apóstoles cuando navegaban en el lago de Tiberíades y un fuerte viento zarandeaba la barca hasta el punto de ponerla en riesgo de hundirse.

Nos invaden esas preguntan que están en el ambiente, en el corazón de los ciudadanos: ¿Qué tenemos que hacer? ¿Estamos haciendo lo correcto? ¿Habría que tomar medidas más tajantes?

El papa Francisco nos pide que atendamos a los enfermos y que no tengamos miedo de acercarnos a ellos. Es parte esencial del ministerio de los sacerdotes estar cerca de la gente. Y es también una gran oportunidad para que todos, sacerdotes y laicos, nos convirtamos en agentes evangelizadores con nuestro testimonio de entrega, oración y amor.

Desde el Arzobispado se han enviado unas recomendaciones, sigámoslas. Desde el Ministerio de Sanidad y la Consejería de Salud nos han dado unas normes que hemos de seguir.

Queda siempre la pregunta sobre cómo actuar en la administración de los sacramentos. En todo caso, no debemos olvidar que los sacramentos son “medicina espiritual” para el alma y también para el cuerpo.

Las autoridades nos insisten en la importancia de colaborar activamente siguiendo sus indicaciones para evitar que este virus se propague. Os ruego insistentemente que sigamos todas sus instrucciones. Por ello, os comunicamos que, mientras dure esta situación de grave crisis sanitaria actual:

Todos los fieles de nuestra Archidiócesis de Barcelona quedan dispensados del precepto dominical.

Quedan suspendidas todas las celebraciones públicas de la Eucaristía.

Por este motivo, es importante recordar a todos los fieles que pueden seguir devotamente la celebración de la Santa Misa por televisión o por radio.

Sin embargo, sería deseable también que los templos estuvieran abiertos para que cualquier persona pudiera ir a rezar, a adorar al Señor presente en los sagrarios de las iglesias, teniendo en cuenta las normas de distancia, de no aglomeraciones, etc. El papa Francisco así nos lo ha recordado durante la celebración de la Misa diaria en Santa Marta del viernes 13 de marzo.

No olvidemos que en casa podemos rezar solos o en familia. Y que a Dios lo encontramos también en las personas que nos rodean. Muchas personas están solas, no podrán salir a la calle a comprar la comida o las medicinas y necesitarán también el consuelo de una visita, de una llamada telefónica. ¿Por qué no hacer ese gesto de buen samaritano atendiendo a los hermanos más necesitados, a nuestros vecinos de casa o de la escalera de nuestros bloques de vivienda? Eso sí, siempre siguiendo las indicaciones sanitarias exigidas para evitar el contagio, especialmente entre la población de riesgo.

 

A los poderes públicos

Quiero agradecer al Gobierno del Estado y de la Generalitat, a las Administraciones públicas, así como a los servidores públicos vuestro enorme esfuerzo por atender esta emergencia producida por la pandemia del coronavirus. Soy consciente de que no siempre es fácil tomar decisiones impopulares, pero, a veces, lo exige el bien común de todos los ciudadanos. Hoy, más que nunca, las autoridades necesitáis de nuestra oración intensa para que el Señor os ilumine y os dé la necesaria serenidad para tomar las decisiones que sean oportunas.

 

A los trabajadores de los Centros Sanitarios

Quiero agradecer de todo corazón la labor inmensa que estáis realizando tantos médicos, enfermeros, auxiliares, y personal administrativo y de limpieza de los centros hospitalarios. Vosotros estáis regalando todo vuestro saber, vuestra energía y vuestro tiempo por atender a nuestros hermanos y hermanas enfermos. Lo hacéis conociendo el riesgo de contagio de este virus. Algunos de vosotros os habéis infectado durante vuestra atención a los enfermos. Gracias por todo este servicio y por el amor con el que atendéis a los enfermos y acompañantes. Pido a todos los fieles que recen intensamente para que el Señor os sostenga y os ilumine en esta noble misión al servicio de la humanidad.

 

A los contagiados por el virus y a los que estáis en cuarentena

Vosotros estáis siendo los primeros en padecer los efectos de este virus. Nos dicen los expertos que tarde o temprano muchos de nosotros pasaremos este mismo proceso. Gracias por vuestro testimonio de entereza, gracias por vuestros detalles con las personas que os atienden y cuidan de vosotros con tanta entrega generosa. Gracias por poner todo lo que está de vuestra parte para evitar nuevos contagios. Todos vosotros estáis presentes en nuestras oraciones, pedimos por vuestra pronta recuperación.

A otros os toca pasar por la incertidumbre de la cuarentena. No os encontráis mal, pero os toca seguir estas medidas de prevención. Gracias por vuestra paciencia. Aunque no os lo parezca, puede ser un tiempo ideal de retiro personal y espiritual. Vais a tener tiempo libre. Que no os roben todo el tiempo las tecnologías. Sí, dedicad tiempo para pensar, para repasar vuestra vida, para pensar hacia dónde y cómo queréis orientar el resto de vuestras vidas en este mundo, a la espera del encuentro definitivo con Dios.

 

A las personas de riesgo: mayores, niños y enfermos crónicos

Este tiempo de incertidumbre puede ser para vosotros de una mayor preocupación y angustia al ser conscientes de vuestra fragilidad. Debéis saber que no estáis solos, que contáis con nuestra oración y con la cercanía atenta de todos los fieles de esta diócesis. No dejéis de pedirnos ayuda, atención, escucha, etc.

Por favor, os pido que sigáis con atención y responsabilidad todos los consejos e indicaciones de nuestras autoridades. Ellos velan por todos nosotros y, de una manera particular, por cada uno de vosotros. Os invito encarecidamente a quedaros en casa y a participar en la Misa diaria o dominical a través de la TV o de la radio.

Los niños y niñas seguro que os habéis dado cuenta de que vivimos un momento singular. Pueden parecer unas vacaciones, pero bien sabéis que se trata de un tiempo que va a poner a prueba vuestra paciencia. Puede ser un tiempo ideal para dejar que crezca vuestra creatividad. Os pido que ayudéis mucho a vuestros papás y mamás. Ellos necesitan de vuestra colaboración. La mejor manera es que seáis obedientes, que les ayudéis en las tareas de la casa, que sepáis distinguir los momentos de hacer deberes de los de jugar. Y, en estos días, que, seguro que van a ser bastante largos, no os olvidéis de Jesús y de la Virgen María. En familia y personalmente rezad, hablad con Dios, confiaos a los ángeles de la guarda.

 

A los padres, madres y a los profesores

No siempre somos conscientes de la hermosa labor de los padres que cuidan y educan a sus hijos. Gracias por la entrega generosa que tenéis hacia los hijos. Ellos son el futuro de la sociedad y de la Iglesia. A pesar de que a veces os toca sufrir, los hijos son la alegría de padres y abuelos. Son un regalo que Dios os confía.

Estos van a ser tiempos de roces y de pasar mucho tiempo juntos. No va a ser fácil, pero os animo a seguir educando a vuestros hijos, no abandonéis esa misión tan hermosa que, en primer lugar, os corresponde a vosotros en beneficio de toda la sociedad. ¡Cuánto debemos a nuestros padres y abuelos! Este tiempo que nos toca vivir es también una gran oportunidad para el diálogo profundo en familia, para repensar nuestros esquemas de valores. Pidamos a Dios que os ilumine y que os guarde siempre en su paz.

Y agradezco también a los profesores la paciente y exigente labor de formar a los alumnos. Seguid haciendo este apasionante trabajo en conexión directa con los padres. Esta crisis a buen seguro va a generar muchas preguntas profundas en nuestros niños y jóvenes. Será una gran oportunidad para ir a fondo, para promover los valores humanos, éticos y espirituales. Recordadles que no consiste todo en saber mucho para ganar mucho dinero. Ayudadles a descubrir los valores de la solidaridad, de la fraternidad, de la convivencia, de la tolerancia y del respeto a la diversidad.

 

A los presbíteros, diáconos, consagrados/as y agentes de pastoral

Gracias por la labor impresionante que realizáis en las distintas parroquias, lugares de culto, en los distintos ámbitos de la pastoral. También a vosotros os preocupa la situación que estamos viviendo por causa de esta pandemia.

Procurad estar cerca de quienes sufren y lo pasan mal, aunque solo sea porque sienten la soledad y la angustia del contagio de la enfermedad. Estad disponibles en todo momento para acoger y atender a todos. A veces basta simplemente escuchar, dar una palabra de consuelo y de ánimo. Durante estos días, aprovechad de una manera particular el teléfono, internet y las nuevas tecnologías para estar muy cerca de vuestros feligreses.

Ayudadles a descubrir la presencia de Dios en medio de este desconcierto, del dolor ocasionado por la pandemia. Osad ser como los apóstoles en la barca que despiertan a Jesús y le piden que intervenga en esa tempestad que está a punto de hundirles en el lago de Tiberíades. Ayudadles a orar, a ofrecer la vida, el miedo, el dolor por la salvación del mundo.

Respetando siempre las recomendaciones de las autoridades sanitarias, tened abiertas las iglesias, donde sea posible, a fin de que las personas que lo deseen puedan ir a rezar.

Desde el Secretariado Diocesano de Catequesis os enviaran una propuesta catequética, elaborada a partir del Evangelio de cada domingo, para que la hagáis llegar a todas las familias. Creemos que puede ser una buena manera de orar juntos y compartir la fe en familia y, a la vez, estar en comunión con toda la Iglesia.

Invito a todos los sacerdotes de la diócesis a continuar ofreciendo la Eucaristía diaria en sufragio de vivos y difuntos, y, en particular, para que el Señor ponga fin a los efectos dolorosos de este virus.

En estos días en los que necesitamos estar muy atentos a la evolución de la situación, hemos acordado, juntamente con los obispos auxiliares, la celebración cotidiana de sesiones de coordinación para velar por vosotros y por el servicio y la atención que debemos ofrecer a nuestros fieles.

 

A todos los miembros de esta Iglesia que peregrina en Barcelona

Quiero acabar esta carta con una invitación a todos y cada uno de vosotros a aprovechar esta situación que nos toca vivir para crecer en nuestra vida espiritual. Son días en los que se nos pide quedarnos en casa. Dispondremos de tiempo para muchas cosas, entre ellas, os invito a que regaléis tiempo a Dios. La reclusión en nuestras casas puede ser un buen momento para el recogimiento y la oración personal y familiar. Es también un tiempo ideal para la lectura de la Palabra de Dios. Reservemos algunos momentos para la lectura atenta y orada de los pasajes bíblicos que la Iglesia nos ofrece en la liturgia de estos días de Cuaresma.

Os deseo a todos una provechosa Cuaresma, camino hacia la Pascua, en este año de gracia del Señor en el que se nos pide una mayor conversión a Dios y una mirada atenta hacia los hermanos, que son presencias vivas de Cristo entre nosotros.

Tengamos muy presentes en nuestra oración a todos nuestros hermanos y hermanas que nos han dejado. Pedimos con confianza que puedan gozar en la presencia de Dios acompañados de todos sus seres queridos.

Acabo invitándoos a rezar esa hermosa oración que ha hecho el Santo Padre Francisco para estos momentos en los que el coronavirus nos atormenta a todos.

 

“Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino

como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos,

que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad

y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea,

pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

 

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,

a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús,

quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores

para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas, que estamos en la prueba,

y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.

¡Qué el Señor os bendiga, os guarde y os conceda la paz!