General

Aprender a acoger

29 de febrer 2016

El Espacio Interreligioso, de la Fundación Migra Studium, quiere ser centro. Punto de llegada de diferentes sensibilidades religiosas, el Espacio muestra, a través de itinerarios diversos, la riqueza de las expresiones culturales que derivan de las religiones. El fenómeno de la pluralidad, los acentos en materia de religión o las preguntes sobre la(s) identidad(es), conducen al visitante por el itinerario marcado. Diversidad evidente, pero con vocación de encuentro.

El encuentro, en el Espacio, se da tres veces por semana, cuando las escaleras de la Fundación Migra Studium se llenan de las voces de los niños y las niñas que, curiosos, llegan con el deseo de conocer y hacer experiencia. Es entonces cuando el Espacio es Espacio. Porque se llena. Y llenándose, abriéndose y acogiendo, se construye. La diversidad mostrada entra en diálogo con la pluralidad que, cada mañana, llega al Espacio. Y cada día es diferente: diversas las cuestiones, las reacciones, las sorpresas, las experiencias. De pronto, una pregunta “¿por qué tantas religiones, si sólo hay un Dios?”, a veces, una expresión “me sorprende ver a un niño pequeño rezando”. En alguna ocasión, una constatación “¡hay una música para cada religión…!”. Pero, poco a poco, a medida que avanza la mañana, las diferencias se reducen. La puerta abierta es el diálogo. Crear puentes es una posibilidad. Lo experimentamos cada vez que comprendemos que en el océano de la pluralidad hay un espacio profundo, muy profundo, donde todo converge en un mismo sonido, que es, paradójicamente, silencio. Y es en ese Silencio donde experimentamos que los seres humanos hemos sido creados, sencillamente, por Amor. Construidos para amar.

 

 

El Espacio también quiere sensibilizar. Este matiz nos posibilita abrirnos a personas adultas con ganas de saber, de gustar, queremos decir. En este caso, la lógica es la del compartir desde la experiencia de vida, la del contrastar, la del dialogar sobre cuestiones relativas a la(s) identidad(es), a la pluralidad, a su gestión. Los intercambios son interesantes, ya que parten de personas que, a menudo, y gracias a su actividad diaria o a su formación, acumulan un bagaje que fomenta la riqueza de las cuestiones que se ponen sobre la mesa.

 

Acogemos y salimos. De vez en cuando, salimos. Es una actitud: nos gusta ser recibidos. Y por ello, tenemos recursos que están especialmente diseñados para la salida. Es el caso de una maleta pedagógica. La maleta interreligiosa. La maleta es un pequeño museo. Este “espacio” contiene, en pocos metros, un esbozo de diversidad. Pero también de posibilidad. La puerta abierta a la coincidencia y al diálogo.

 

...¿Y por qué dialogar?, ¿por qué hablar con los otros?, ¿por qué, desde nuestras vidas trilladas, desde nuestros barrios o profesiones, se nos propone movernos hacia aquel rostro diferente? Quizás...porque en el otro nos encontramos. Porque la diversidad es un espejo que nos ayuda a entender quiénes somos. Porque todo creyente tiene la posibilidad de encontrar en el otro la Transcendencia. Porque la experiencia de diversidad se acoge en el corazón desde el diálogo, es decir, a partir de la vivencia de encuentro con aquel otro que, de pronto, deja de serlo para transformarse en compañero, en amigo.

 

Entonces, de lo que se trata es de procurar que todo aquel, pequeño o adulto, que visita el Espacio, salga con preguntas y deseos. Interrogantes sobre uno mismo y sobre el otro. Deseos de reducir distancias.

 

Y todo ocurre desde la fragilidad. Construimos cada día. Acogemos y nos dejamos acoger. Nos transformamos en la cotidianidad. Porque somos deseo de apertura. Y por ello, no dejamos de pensar constantemente en nuevas maneras de continuar siendo centro. Punto de llegada. Punto de salida.